Annuntio Vobis Gaudium Magnum…

 Queridos Voynicheros.

Hoy, con las nuevas y polémicas noticias que están dando la vuelta al mundo, tenemos un invitado que nos aporta su visión en el controvertido tema de la dimisión del último Papa de la Iglesia Católica, Benedicto XVI. No es otro que mi amigo Javier Caravantes, de cuerpo execrable, pero mente aguda -y por la longitud del post, casi podríamos decir que esdrújula-. Espero que su lectura os resulte tan interesante como a mí, y recordad que la empresa no se responsabiliza de las opiniones mostradas por sus artistas invitados y bla, bla bla...

Con ustedes, Caravantium.






Annuntio Vobis Gaudium Magnum…

Me gustaría aprovechar el ofrecimiento del Supremo Hacedor de esta tribuna para hablaros de un tema que probablemente no os interesará una m…, pero que no podrá decirse que no es de la más absoluta actualidad, así que no está mal que le dediquéis unos minutitos de vuestra existencia, porque lo vais a tener hasta en la sopa hasta dentro de mes y medio.

Como a estas alturas todos sabréis (si alguno lo desconoce, es el momento de que tome el próximo vuelo de regreso de Mordor a la realidad), ayer, Benedicto XVI, SuSan para los amigos, decidió que se iba para su casa, que estaba hasta el gorro de ser Papa, y que el Bono para la Piscina y el Renting de PapaMóvil no compensaban como beneficios sociales.

Una de las grandes dificultades para entender todo lo que rodea al Vaticano es su hermetismo, o, lo que es lo mismo, el hecho de que tienen la misma claridad comunicativa que Fraga después de tomarse unos Ribeiros: Así pues, descartado está que uno pueda informarse a través de L’Osservatore Romano (diario oficial de la Santa Sede; vamos, el Granma en versión católica) o, en su defecto, de la pizpireta Paloma Gómez-Borrero. Pero lo que tenemos enfrente es peor, ya que, al igual que frente a otras políticas de comunicación tirando a opacas, tenemos a un club de amigos de la conspiración, encabezados en España por el insigne… (los que pensáis en Jiménez Losantos habéis fallado, que con el 11-M ya tiene bastante)… Eric Frattini!! Un tío absolutamente genial, que lo mismo te escribe un ensayo de Osama Bin Laden, que de la Mafia, que su nuevo y flamante entretenimiento, que son las conspiraciones alrededor del Vaticano: Y vender, vende un huevo montón de libros al respecto, pero sus escritos tienen un nivel de acierto similar al de las exclusivas de Prisa.

Así pues, miembros y miembras seguidores del Gran Panda, voy a intentar poneros en contexto un poco de lo que os va a tocar ver y leer los próximos 40 días (en el mejor de los casos).

¿Por qué se va Ratzinger ahora?
Benedicto XVI, antes Joseph Ratzinger, es una de las personas más brillantes, interesantes y discutidas dentro de la Iglesia, sobre todo por su labor como Cardenal, más que como Papa. Es alguien a quien se la ha encasillado perpetuamente en el sector más reaccionario del Vaticano y que, como todo encasillamiento, es enormemente inexacto.

Obviando todo lo referente a su juventud (y, por supuesto, su supuesta filiación nazi, dado que llamar nazi a alguien que con 14 años le sacan del seminario para ponerle en una posición de defensa antiaérea, y que a la mínima que puede, deserta, es un tanto ridículo), y sin entrar tampoco en toda su vida académica (profesor de Teología en las cuatro mejores universidades alemanas con dicha cátedra: Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona), es interesante señalar tres de los puntos más destacados de su carrera eclesiástica:
En el año 1958, el llamado “Papa Bueno”, Juan XXIII, sorprende al mundo convocando un concilio llamado a renovar una iglesia cada vez más alejada de sus bases, en lo que se vino en llamar un aggiornamento o puesta al día de la iglesia que en algunas cosas aún perdura y en otras no tanto… A dicho concilio se incorpora un joven Joseph Ratzinger, profesor de la universidad de Münster, como asesor del Cardenal Arzobispo de Colonia, Josef Frings. Y se incorpora en un momento en el que su posición ideológica está enormemente marcada por Karl Rahner, teólogo que promovía una profunda reforma de la iglesia; de hecho, Ratzinger se incorpora para trabajar en comisiones relacionadas con la libertad religiosa, y es uno de los principales muñidores del documento Nostra Aetate, sobre el derecho a la libertad religiosa, documento que pare junto a su entonces gran amigo y, como él, eminentísimo teólogo germano, Hans Küng. Así pues, etapa 1, reformista convencido.

 
Ratzinger, con su entonces “mentor”, Karl Rahner, durante el Vaticano II

 
Avanzando unos años, en 1977, Pablo VI lo nombra Cardenal (fue, de hecho, el único cardenal elector en 2005 de los nombrados por Pablo VI), y Ratzinger, un tío listo como pocos, va haciéndose un hueco en la Curia Romana (La Curia, referida como tal, es el órgano de gobierno de la iglesia por debajo del Papa; con sede en El Vaticano, se compone de Congregaciones que se ocupan de los distintos asuntos de la iglesia [el equivalente a los ministerios en cualquier otro país]. Es un órgano enormemente poderoso, cuya fuerza no reside tanto en los responsables de dichas congregaciones [los llamados Prefectos], cuyos cargos cesan con la muerte del pontífice, sino en toda una segunda y tercera línea que se mantiene y que maneja los hilos de la iglesia, cuando al pontífice le aburren soberanamente dichos temas [caso de Juan Pablo II] y cuando no, también). Ratzinger, como decía, se va haciendo un hueco en la Curia, asistiendo al fallecimiento de Pablo VI, al brevísimo pontificado de Juan Pablo I (33 días…. Atención, amigos de las teorías conspiratorias!! Nunca tan poco ha dado para tanto!! Tenéis literatura sobre el supuesto asesinato de Juan Pablo I para aburrir) y a uno de los nombramientos más sorprendentes de los últimos siglos, como fue el de Karol Wojtyla, Papa Juan Pablo II. Y Ratzinger, poquito a poco, se fue haciendo obedecer respetar en dicha curia, al mismo tiempo que se hacía coleguita del alma muy amigo del nuevo Papa, hasta que éste le nombra Prefecto Para la Congregación para la Doctrina de la Fe (lo que hace unos años se llamaba el Santo Oficio, responsable, hace unos cuantos años más, de la Santa Inquisición). Y Ratzinger, que es, como os decía, un tío francamente listo, ve que para hacerse amigo del nuevo Papa, había que ser un poquito menos reformista, por no decir un conservador “pata negra”. Y sin verle tampoco mucho problema a eso, empieza a ponerse a repartir estopa a diestro y siniestro, primero contra objetivos fáciles (los Teólogos de la Liberación, que cuando pasaron de evangelizar a los pobres a coger las armas e irse al monte con ellos, se pusieron, y nunca mejor dicho, a tiro de Ratzinger, que excomulgó a unos cuantos y prohibió la enseñanza a otros muchos, como el eminente Leonardo Boff), y luego contra objetivos más polémicos, como su amigo Hans Küng (en un gesto que, como dirían unos chiquitos argentinos muy graciosos, es un ejemplo perfecto de que si un amigo te clava un puñal en la espalda, es el momento de desconfiar de su amistad), al que también prohibió ejercer el magisterio. Así pues, etapa 2, conservador igualmente convencido (a este respecto, y para aclarar las cosas, es importante señalar que el que cambia de corriente, dentro de esta parejita de hecho Ratzinger-Wojtyla, es el primero, ya que el Papa Juan Pablo ya venía conservador de su casa y dispuesto a sacudir estopa a comunistas primero, y reformistas en general después)

 Y avanzando unos años más, llegamos a la tercera etapa, que es la de su pontificado, al que llega con unas ganas locas (como Decano del Colegio Cardenalicio [el más veterano de entre todos los cardenales] se reserva para sí mismo los discursos más importantes en los funerales por el Papa saliente, en los que advierte al mundo, al grito de “Que viene el Coco” [véase, el relativismo moral], señalándose a sí mismo como candidato fetén por sus años de lucha contra dicho relativismo) y en el que ha ejercido un pontificado de transición (existe una teórica alternancia entre un pontificado breve y uno extenso, que en el Siglo XX se ha cumplido bastante a rajatabla), muy distinto del de su antecesor, en el que se ha dedicado bastante menos a viajar y bastante más a otros temas de menor importancia en algunos casos (escribirse encíclicas: tres en apenas ocho años; amén de cuatro exhortaciones apostólicas, seis motus propios y otros escritos) y otros bastante más importantes, como es el de intentar poner orden en la Curia (con un éxito relativo, pero éxito al fin y al cabo, como veremos posteriormente cuando analicemos cómo se presenta la carrera papal) y, sobretodo, el de la lucha contra la pederastia en la iglesia (con un éxito igualmente relativo, en el que, con los focos encima, apartó a algunos de los casos más flagrantes, como es el de Marcial Maciel [fundador de los Legionarios de Cristo, al que apartó aun siendo Cardenal; uno de los más grandes hijoputas pecadores de la Iglesia, con unos cuantos casos de abuso documentados y muchos más silenciados por sus acólitos], y, ya sin los focos encima, hizo lo único que podía hacer a toro pasado, que es enviar a monasterios de clausura a otras cuantas de estas ovejas descarriadas e intentar paliar con indemnizaciones el sufrimiento de los abusados [suena hipócrita, lo sé, pero a toro pasado poco más se puede hacer que indemnizar por el daño causado]). Así pues, ha tenido un papado alejado de los focos pero bastante activo, en el que ha intentado, con mayor o menor éxito, solucionar internamente la mierda “basura” acumulada en las anteriores décadas de descontrol absoluto, y dejar la iglesia bonita y limpita para los que están por venir.

Después de esta larga chapa introducción, podemos responder a la pregunta de por qué se va Ratzinger ahora. Si bien el Papa ya había allanado el terreno en una entrevista a su compatriota Peter Seewald, en la que afirmaba que "si un papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias también el deber de renunciar" (en lo que, creo que inconscientemente, suponía un rechazo a cómo gestionó el final de sus días su predecesor) y es bastante posible que esté hasta el gorro de luchar con una Curia que le está tocando las narices cuanto puede (la imputación por espionaje de su mayordomo parece sólo uno de los múltiples casos con los que el aparato vaticano trata de obtener información del Papa para utilizarla en su beneficio); creo, y esto una simple percepción personal, que no sólo no existe ninguna razón relacionada con la espiritualidad, sino que tampoco está relacionada con ningún tipo de razón anímica o de hastío. Parece, por el contrario, que el motivo es básicamente físico: que se sepa, el Papá padece de hipertensión, artrosis, falta de visión casi total en su ojo derecho y relativa pérdida de movilidad, además de haber sufrido dos accidentes cerebrovasculares; que se sospeche, el Papa podría estar sufriendo los primeros síntomas del Parkinson, enfermedad degenerativa que ya sufrió su predecesor hasta el punto de no ser capaz de dirigirse al mundo en sus últimos meses de pontificado al haber perdido hasta la voz. Y es, probablemente, el hecho de no querer sufrir una agonía retransmitida a los cinco continentes, la razón que está detrás de su renuncia. Parece mucho más lógico que, pese a las ansias de poder que ha tenido toda su vida, su carácter tímido le haya llevado a valorar el hecho de que, al fin y al cabo, ya ha satisfecho todos sus objetivos vitales y es el momento de poder pasar sus últimos años en paz en un monasterio. Así pues, Ratzinger se va. Goodbye, Goodbye…

¿Y ahora, qué?
A continuación se abre el periodo más apasionante dentro de la Iglesia Católica (vale, definir apasionante a algo que, como mínimo, dura treinta días es bastante laxo, pero, qué queréis! La Iglesia nunca se ha definido por ser rauda y veloz…).

Primero, es interesante aclarar que va a pasar en lo relativo a la persona de Joseph Ratzinger. Cómo él mismo dijo en su renuncia (leída en latín a los obispos que asistían al Consistorio para la canonización de los mártires de Otranto, y adelantada por la agencia de noticias italianas ANSA, por el simple hecho de que su corresponsal era la única periodista presente que entendía el latín. Para que luego digan que conocer las lenguas muertas es una gilipollez no sirve de nada…), el día 28 a las 20:00 lo deja. En ese momento, y como sucede cuando el cambio de pontífice se debe a la muerte del anterior, el Cardenal Camarlengo (responsable de la administración de los bienes e ingresos de la Santa Sede: en la actualidad, el italiano Tarcisio Bertone) rompe con un martillo el anillo del pescador y el sello del Papa y se produce, oficialmente, el final de su autoridad. Por lo que sabemos, en ese momento el Papa se irá, en coche o en helicóptero, a la residencia de verano de los pontífices, en Castel Gandolfo, y allí se quedará hasta que el nuevo Papa sea elegido. Una vez esto suceda, ha dispuesto pasar el resto de su vida en un monasterio de clausura en el interior del Vaticano (hay dos, uno que no es monasterio como tal, sino una casa de atención a los necesitados de las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta; y en el que parece que se alojará, que es un monasterio en el que cada cinco años una comunidad de religiosas acude para vivir unos años junto al Papa y rezar con él, monasterio construido por Juan Pablo II en el pleno centro de la Ciudad del Vaticano), y desde dicho monasterio se supone que se dedicará a rezar, a seguir escribiendo (Ratzinger, si se pone, escribe más que Antonio Gala y Cesar Vidal juntos), a la música (se dice que toca a menudo el piano, y disfruta especialmente la música de Mozart) y, probablemente, a aconsejar al nuevo Papa sobre la práctica de lo que se le va a venir encima.
Ratzinger, en una estancia en Castel Gandolfo

En cuanto a cómo funciona la Iglesia, la sede vacante queda como tal durante un periodo mínimo de quince días y un máximo de veinte, en el que los cardenales electores van llegando al Vaticano y en el que se ofician distintas misas, que normalmente eran por el alma del Papa difunto, pero que en este caso serán por vete a saber qué, porque queda feo rezar por la salvación del alma de un vivo. Y en este periodo, en el que los prefectos de las congregaciones dejan sus cargos, cobra una enorme importancia uno de los tres cargos que no renuncia (junto con el Cardenal Camarlengo y el Cardenal Vicario de la Diócesis de Roma [el adjunto al Papa saliente]): el Decano del Colegio Cardenalicio.

La figura del Decano del Colegio Cardenalicio tiene una importancia bastante alta dado que es él el decisor final sobre quién va a oficiar cada una de las misas grandes que se van a realizar durante la sede vacante y, dentro de ellas, quien va a dar las homilías: es decir, los únicos discursos que la ley de la Iglesia autoriza durante esta especie de “campaña electoral”. Y cobra una importancia altísima cuando, como vimos antes, el antiguo Decano del Colegio Cardenalicio (sí, Joseph Ratzinger), se reserva para sí mismo las homilías principales, en las que lanza unos discursos con lo que entiende que han de ser las líneas maestras que rijan la relación de la Iglesia con el mundo (y, ya de paso, las que rijan las líneas de la cabeza de la Iglesia y, oye, que si coincide que esas líneas son las mismas que las que estructuran mi forma de hacer las cosas, pues, amiguitos electores, elegidme!). En esta ocasión parece ser que la importancia de esta figura será menor, ya que el Decano del Colegio Cardenalicio es el antiguo Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, que a sus 85 años ya no formará parte de los 117  cardenales electores del próximo Papa, por lo que parece que no es un candidato “papable” (aquellos teóricamente favoritos para ocupar el Trono de Pedro), ni siquiera un “gran elector” (aquellos cardenales electores que, por unas u otras razones [normalmente por temas de salud o de edad], no son favoritos para ser Papas, pero sí que tienen una cierta ascendencia intelectual como para guiar los votos de un grupo de cardenales hacia uno u otro “papable”), sino, como mucho, un elector en la sombra en estos días anteriores al cónclave.

Así pues, contando de quince a veinte días desde la renuncia de SuSan, se supone que para el 16 o 17 de marzo los cardenales electores estarán en su totalidad en Roma y se dirigirán a la Casa Santa Marta, la residencia creada por Juan Pablo II para alojar a los cardenales durante el cónclave, con el objeto de que no pasasen el frío que pasaban en los anteriores alojamientos, y de que los cardenales enfermos que no puedan desplazarse a la Capilla Sixtina puedan igualmente ejercer su derecho a voto desde su habitación.

Cum Clave
Cónclave es una palabra derivada del latín cum clave (con llave), y tiene su origen allá por el siglo XIII, en el que los habitantes de Viterbo, lugar en el que se desarrollaba el cónclave de entonces, estaban hasta las mismísimas narices de que después de tres años de buena vida los cardenales no hubiesen elegido al próximo Papa, así que les encerraron bajo llave a pan y agua y, oye, mano de santo, en un ratito de nada eligieron al nuevo Papa. Y así ha sido hasta Juan Pablo II, que, si bien mantuvo la tradición de que los cardenales electores se encierren bajo llave, permite el hecho de que entre ronda y ronda de elección, vayan a la Casa Santa Marta a descansar y, de hecho, que los electores enfermos puedan ejercer su voto desde allí; manteniendo, eso sí, la estricta prohibición de que tengan contacto con el exterior, incluido el uso de teléfonos, prensa o televisión (parece ser que internet también está prohibido, por el porno más que nada) y también con la prohibición de que en vida revelen nada de lo que ha sucedido dentro del cónclave: Es decir, que días después de acabar el cónclave se sabe exactamente cuántos votos se ha llevado cada quién en cada una de las rondas de elección, porque hay mucho bocachancla imprudente suelto en el Colegio Cardenalicio.
Los cardenales, preparados para jugar a balón prisionero

Así pues, los Cardenales llegan al Vaticano, se asean y todas estas cosas, y se van para la Capilla Sixtina, en la que rezan un ratito, se cantan un Veni Creator Spiritus (oración latina en la que piden ser iluminados por el Espíritu Santo en la elección del nuevo Papa) y se procede a la primera ronda de votaciones. Las votaciones se realizan con papeletas en las que cada elector escribe el nombre de quien cree que ha de ser el próximo Papa, que, si bien cualquiera puede ser elegido Papa (sí!! Tú también!! [salvo que seas mujer, que entonces no…] De hecho, uno de los escasos precedentes de renuncia de un Papa fue cuando los Cardenales eligieron a San Celestino, un monje eremita al que eligieron Papa y que no se vio preparado para el cargo, por lo que renunció apenas unos meses después de ser elegido), lo más normal es que contenga el nombre de alguno de sus colegas electores (está prohibido votarse a uno mismo, pero también es cierto que las papeletas son anónimas, así que váyase usted a saber). El primer día se realiza una votación y, a partir del segundo, dos sesiones de dos votaciones cada una, en las que el Papa saldrá elegido siempre que haya una mayoría de dos tercios de los electores que se inclinen por él (tradicionalmente, a partir de la 33ª votación se podía optar por la mayoría absoluta tras una votación de sólo los dos cardenales con más votos, e incluso se podía escoger un candidato por aclamación [procedimiento unánime en el que se procedía a elegir un candidato de viva voz: véase la película “Las Sandalias del Pescador”] o por compromiso [cuando no había forma de escoger a un candidato, y se designaba una comisión de cardenales para que escogiesen ellos en nombre de todos los electores], pero, para este conclave, ni mayorías simples, ni aclamación, ni compromiso, ni nada: mayoría de dos tercios hasta que se elija un candidato). 

Tras las votaciones, se queman las papeletas, tradicionalmente con paja húmeda si la votación no era exitosa, dando lugar a la fumata nera (ahora con sustancias químicas, porque teniendo en cuenta que Roma suele estar nublada, el negro de la paja húmeda era más bien gris oscuro y nunca quedaba claro si había o no había Papa), y, si era exitosa, con paja seca, en lo que se conoce como fumata blanca. Tras esto, se viste al Papa con sus nuevas vestiduras, se le conduce a la Sala de las Lágrimas (llamada así porque existe la tradición de echarse unos lloros), se reza el Te Deum  y bla bla bla bla… (podéis leerlo en la Wikipedia con todo detalle) y el Cardenal Protodiácono (Jean-Louis Tauran, en esta ocasión) sale a anunciar al mundo la buena nueva, con las palabras que dan título a este post: “Annuntio Vobis Gaudium Magnum: Habemus Papam!” (O, lo que es lo mismo, “[Yo] Os anuncio un gran gozo: ¡tenemos Papa!”, tras lo que se anuncia Urbi et Orbe [a la Ciudad (de Roma) y al Mundo] el nombre y apellido del nuevo Papa, y la denominación con la que ha elegido ejercer su pontificado).

A modo de ejemplo de lo que puede pasar, en el anterior cónclave (información secretísima que, por supuesto, ha sido abundantemente filtrada), tras la maniobra de Ratzinger de postularse claramente como sucesor de su amigo Wojtyla, se llegó a la elección con dos facciones bastante opuestas, en ambos casos encabezadas por cardenales que ejercerían lo que se supone sería un papado de transición, por su avanzada edad (uno de ellos ya ha muerto), su frágil salud (ya os he dicho que uno de ellos ya no lo cuenta), y su perfil bastante más introvertido que el del anterior Papa: por un lado, y encabezando a lo que podríamos llamar “conservadores”, Joseph Ratzinger, de quien ya hemos hablado largo y tendido; y por el otro, encabezando una tendencia más “reformista”, Carlo María Martini, arzobispo emérito de Milán, uno de los grandes sabios de la iglesia, enorme pastor de almas (incluidas aquellas que la iglesia ha dejado tradicionalmente fuera, como los homosexuales) y una de las más destacadas personalidades de la iglesia, fallecido hace unos meses y enterrado en su amada Jerusalén, a la que se retiró tras el cónclave a pasar sus últimos años, ya afectado por un incipiente Parkinson. En las dos primeras rondas de votaciones, por lo que se sabe, ambos candidatos andaban técnicamente empatados, hasta que (y aquí hay un punto de presunción, pero, evidentemente, la historia real debe ser bastante similar), Ratzinger y Martini debieron hablar, y este último, probablemente por el hecho de verse no apto para asumir el papado, decidió que la iglesia necesitaba un Papa de común acuerdo y transmitió a los suyos que se retiraba de la carrera electoral; de hecho, si bien en la tercera votación surgió con una cuarentena de votos el nombre del cardenal argentino Bergoglio, los cardenales volvieron de comer con un solo nombre en la cabeza y en la primera votación de la tarde (en uno de los conclaves más rápidos que se recuerdan, junto con el de su antecesor), Ratzinger obtuvo la mayoría de dos tercios necesaria para ser elegido Papa.

Quien entra Papa, sale Cardenal
Hay un dicho en Roma que dice que aquel que entra al Cónclave como Papa (es decir, quien hace carrera para serlo), no acaba siendo elegido. Esto, como hemos visto, es más falso que una moneda de tres euros, dado que hay muchas formas de presentar una candidatura, y hay casos, como el de Ratzinger, que han sido todo menos discretos, y pese a todo han salido Papas; no obstante, lo que sí es cierto es que las quinielas de papables suelen, en algunos casos, ser listas lanzadas por grupos de presión que quieren “quemar” a un candidato en favor de otro, por lo que no siempre hay que fiarse.

Este cónclave sale sin un candidato claro (como si pasó con el anterior), y con la sensación de que el próximo Papa tiene que ser alguien “joven” (de 75 años para abajo) y sin grandes achaques, con el objetivo de poder ejercer un papado largo: Así pues, a quienes nos interesan estos temas, nos preocupa quién sea el próximo Papa, porque, previsiblemente, vamos a sufrirlo algunos lustros. Presuponiéndose en todos los candidatos una alta formación, capacidad pastoral (todos “han practicado” al ser obispos de alguna diócesis), dominio de varias lenguas… quedan dos incógnitas por resolver: la nacionalidad, y la orientación de su pensamiento. En cuanto a lo segundo, está más o menos claro que, sin grandes favoritos que encabecen tendencias, el candidato habrá de ser más o menos moderado, dentro de un perfil claramente conservador, pues ese es el perfil prácticamente único que los nombramientos de Wojtyla y Ratzinger dejaron en el Colegio. Así pues, conservador, aunque moderado, no excesivamente mayor y suficientemente sano para ejercer unos cuantos años parecen el retrato robot del nuevo Papa; pero, ¿de dónde?

La mayoría de los Papas han sido italianos, dado que se han ocupado de mantener su primacía en el Colegio Cardenalicio para elegirse unos a otros (y luego acusamos de chauvinismo a los franceses) y, de hecho, en la actualidad siguen sumando el 24% de los electores, si bien Italia aporta a la Iglesia apenas el 5% de sus fieles… Así pues, ¿podríamos decir que todo está encaminado a que el próximo Papa sea transalpino? Ahora veremos que no.

La opción italiana
Italia llega al cónclave con 28 de los 117 cardenales (en los medios hablaban de 118, pero dado que Walter Kasper cumple 80 años el 5 de marzo, y las leyes del gobierno de la Iglesia no destacan por su laxitud, lo más probable es que vaya a verlo por la tele, así que serán 117. Curioso, por otra parte, el hecho de que el número de electores vaya a ser el mismo que iba a elegir Papa al cardenal Ratzinger, aunque finalmente fueron 115, ya que dos electores enfermos no viajaron al cónclave). Y 28 cardenales los situaría en una posición preminente para mover sus hilos en pos de colocar a uno de los suyos como próximo Papa… si no fuese porque entre ellos no se aguantan (Claro, tantos años dándose codazos en la Curia desgastan a cualquiera). Así pues, la opción italiana no es de las favoritas, con la excepción del sempiterno Angelo Scola, que a sus 71 años es uno de los principales “papables”. Hubiese sido de los favoritos en el anterior cónclave, si no fuese porque se buscaba un pontificado más breve, y porque el hueco que podía tener (el ala más conservadora: no en vano, Scola es muy cercano a los Legionarios de Cristo, Opus Dei y demás movimientos neoconservadores) lo tapó Ratzinger con su postulación. Si consigue tirar de fervor patriótico y unir a sus compatriotas, y atraer para sí los votos que puedan gestionar otros candidatos conservadores, como el austriaco Schoenborn, puede tener posibilidades.


 Angelo Scola, dirigiendo el tráfico



¿Un tercer Papa europeo?
Tras Juan Pablo I ha habido dos Papas europeos: el polaco Wojtyla y el alemán Ratzinger. Si se cumpliese aquello de que “no hay dos sin tres”, podríamos tener un tercer pontífice del viejo continente, pero ninguno parece que vaya a conseguir aunar a los 34 electores europeos (sin contar a los italianos) que habrá en el cónclave. El que parte con más fuerza es el citado Schoenborn, definido como moderado por sus seguidores, pero que lo único que tiene de moderado es que no se dedica a despreciar a los de otras religiones, porque, por lo demás, se le considera discípulo directo de Ratzinger, siendo su gran problema que va a tener que pegar muchos codazos dentro de este ala más conservadora si es que quiere tener algún futuro. En una segunda línea podríamos encontrar a los “jovenzuelos” Peter Ërdo, húngaro, o Philippe Barbarin, que no han cumplido los 65 años y muestran un perfil más moderado que el cardenal Schoenborn; aunque no está claro que si la Iglesia decide “arriesgarse” a perfiles no conservadores ni consolidados vaya a depositar el mando de Iglesia en un prelado europeo en vez de uno norteamericano o incluso del Tercer Mundo (from lost to the river…)

De los españoles, como os habréis dado cuenta, ni hablamos. También es cierto que basta no hablar para que den la sorpresa, pero, salvo Antonio Cañizares (que lo mismo hace unas declaraciones más ultras que las de Scola, que te monta debates ecuménicos con Zapatero…), el resto sería una sorpresa que a los pocos que apuesten por ello les podría hacer millonarios.

Cañizares y Zapatero… ¡Ver para creer!

Born in the USA
Es en esa opción del primer Papa no europeo desde el siglo VIII en donde gana fuerza la opción estadounidense y, de entre ellos, llega con mucha fuerza al conclave el arzobispo de Nueva York, cardenal Timothy Dolan. En este punto, es interesante señalar que EEUU es el segundo país que más cardenales aportará al cónclave, con 11, y que, a diferencia de Italia, se unirán todos a una si llega el caso. Y ese “una” sería probablemente el cardenal Nolan, dado que Donald Wuerl, primado de Washington, parece un poco alejado de la estela, probablemente por sus altos contactos con el poder (de hecho, hace poco leí que de no ser obispo probablemente estaría en el Senado de los EEUU)

Es interesante este último aspecto, y es el hecho de que hay una corriente importante en la Iglesia fuertemente opuesta a dejarla en manos de alguien nacido en la primera potencia mundial, lo cual a algunos les puede parecer baladí, pero que es perfectamente comprensible, si se sigue entendiendo El Vaticano como un polo de poder, el hecho de querer que su cabeza no esté directamente alineada con Washington. Y así ha surgido uno de los grandes favoritos al conclave, el canadiense Marc Ouellet.

Marc Ouellet cumple con todos los requisitos para ese pontífice de compromiso que se espera de un cónclave sin grandes favoritos: No excesivamente mayor (68 años), con don de gentes y excelente conocimiento de lenguas, cercano al anterior Papa pero sin un perfil conservador excesivamente marcado, es un candidato en alza que llega al cónclave en el momento justo. Prefecto de la Congregación de los Obispos, conoce, como tal, a todos los cardenales electores, con los que se supone que ha hablado en los últimos meses, y lo hará aún más en estos 16 días que quedan hasta que cese Ratzinger. Su único problema es que ese favoritismo dado por muchos medios le pueda “quemar” antes del cónclave, pero, si no fuese así, es el gran favorito si se diese un cónclave largo, como solución de consenso entre distintas facciones.

Un Papa del Tercer Mundo
Por segunda vez, tras 2005, suena con fuerza el hecho de que del cónclave pueda salir un Papa del Tercer Mundo, con la diferencia de que parece que no está claro si la Iglesia no preferirá hacer ese experimento en un papado que se espere de transición más que en esta oportunidad, de la que debería surgir un pontífice que marque el rumbo de la Iglesia durante un largo tiempo. 

Si la Iglesia opta por un Papado del Tercer Mundo, la opción más probable es mirar a Latinoamérica, a la que le pasa lo contrario que a Italia, es decir, que tiene un peso muy bajo de cardenales (poco más de un 10%) para la gran cantidad de católicos que residen en dicho subcontinente (en torno al 25%). Así pues, Latinoamérica sólo conseguirá aportar un Papa siempre que sus electores voten unidos y no se encuentren enfrente con polos de poder más convenientes, como la opción norteamericana; y lo malo es que ya sólo lo primero parece complicado, porque no está claro que vayan a renunciar a sus aspiraciones, al menos en las primeras rondas, el brasileño Scherer o los argentinos Bergoglio o Sandri. Si dicha unión tuviese lugar, si parece que será en torno al hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga.

Maradiaga es, sin duda, el cardenal mejor colocado dentro del llamado Tercer Mundo; de hecho, su nombre ya sonó en el cónclave anterior, pero su juventud pesó en su contra. Ahora, con 70 años, sería un candidato perfecto para un papado largo, pero no excesivo; abierto al Tercer Mundo, pero en manos de alguien “de alta cuna”, que consiguiera aunar en su persona aspectos más abiertos para recuperar a parte de la juventud perdida en estos ocho años de pontificado con, al mismo tiempo, un pensamiento moderado y aceptable por la Curia, que no lo vería como un candidato “peligroso”.

La opción africana parece, por el contrario, más lejana, con pocos electores en el conclave y sin grandes figuras entre ellos, con la única posible excepción de los prelados de Ghana o Guinea, pero cuya elección sería una gran sorpresa. Así, parece que la opción de un “Papa Negro” (aunque esta denominación se aplique también al Padre General de los Jesuitas, no es el caso), no parece cercana en este cónclave, sino en futuras elecciones en las que el Colegio de Cardenales sea aún más plural de lo que es hoy. Y Asia tampoco parece tener “papables” reales, más allá del arzobispo de Manila, Luis Antonio Taglé, que a sus 55 años y pese a su enorme carisma parece demasiado joven para cargar con el peso de la Iglesia, y será más probablemente un “gran elector” que un “papable” en sí.

Así pues… Hagan sus apuestas!! En 40 o 45 días tendremos la respuesta…

Javier Caravantes

2 comentarios:

  1. Interesante post. Aunque no católico, siempre me han interesado mucho las historias del Vaticano y pagaría (aunque no mucho) por estar en un cónclave en el Sixtina. Mi favorito es Dolan, un librepensador sin ataduras y el único norteamericano que ha salido limpio del escándalo de la pederastia. Juega en contra su nacionalidad (EEUU es mayoritariamente protestante) y su falta de apoyo entre los ultraconservadores. Se intuye un italiano. Aprovechando el tema mne permito recomendar "Habemus Papam" hasta el minuto y segundo exactos en que aparece Nani Moretti. Ni un segundo más.

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  2. Muy interesante para los que no estamos puestos en el tema. Por cierto, sigo riendo con los cardenales en posición balón prisionero y el motivo por el cual no hay internet en el Vaticano durante esos días, jejeje.

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