Reloj no marques las horas




Por Tony Owen


En este último día del año, es tradición que la gente se reúna alrededor de los grandes relojes de sus ciudades para ver las campanadas de fin de año. Otros muchos prefieren el confort y calor de su hogar para ver la retransmisión de este evento.


En Madrid, ese gran reloj es el que está ubicado en la Puerta del Sol y todos los congregados a sus pies tratan -con mayor o menor éxito- de engullir doce uvas, una por campanada.



La historia del reloj tiene su enjundia: En el siglo XVIII, en esa misma plaza, marcador del tiempo antes, estaba en la Iglesia del Buen Suceso (hoy derruida). Ya esa primera esfera sólo contaba con la manecilla de las horas, y aún así no las marcaba como debiera.


La Puerta del Sol de Tiahuanaco.
¿Tomarían las uvas allí?
Incluso mucho tiempo más tarde, tener un reloj propio no estaba al alcance de todos, así que había que fiarse de los de las plazas, de las campanadas de las iglesias, y de los que se hallaban en las fachadas de algunas cafeterías. Imaginad el problema que esto supone para acudir al trabajo, hacer diligencias etc.


En 1848, tras muchas protestas, ese primer reloj se cambió por uno más complejo, con iluminación nocturna por medio de luces de gas. Pero, desgraciadamente, siguió dando problemas. De hecho, en su inauguración la luz no funcionó y las campanadas no sonaron.



Unos seis años más tarde, al ser derruida la Iglesia del Buen Suceso,  se puso un nuevo reloj, aunque muchos pensaron que era el mismo. Ahora tenía tres esferas, y era más llamativo. Pero toda la atención estaba puesta en ver si funcionaba correctamente.

Según lo que decía un periódico de la época, podemos barruntar su eficiencia:
"Si el nuevo reloj de la Puerta del Sol continúa la marcha que se observa en él algunas veces,  es seguro que a nadie dejará descontento, pues siendo enteramente distintas las horas que señalan las tres esferas, cada uno puede escoger a su gusto aquella que más le acomode"

Aprovechando unas reformas que hubo en la Puerta del Sol,  se incorporó la bola que al dar las doce, debía caer. A pesar de todo esto, seguía sin ser fiable y no marcaba la hora con exactitud o se paraba. Tal es así que se hizo popular este chiste acerca del reloj:

-Este reló tan fatal
que hay en la puerta del Sol,
-dijo a un turco un español-,
¿por qué anda siempre tan mal?

-El turco, con desparpajo,
 contestó cual perro viejo:
-Este reló es el espejo
del gobierno que hay debajo.

El relojero Conejero
-Ya parece ser que  los relojes han mejorado, pero ahí sigue la Presidencia del Ministerio Autónomo de la Comunidad de Madrid... -


En 1863, por fin, el afamado relojero José Rodríguez Conejero (conocido como Losada) hizo una visita a España -había estado en Inglaterra debido a sus ideas liberales-. Se alojaba en el Hotel París, y como quiera que desde su ventana se veía el reloj, tras solicitarlo a las autoridades pertinentes, se le asignó la misión de solventar el dichoso problema, y no sólo la llevó a cabo con éxito, sino que, tras hacerlo, donó el reloj al pueblo de Madrid.



Este perínclito relojero, que como la sidra el Gaitero, se hizo famoso en el mundo entero, gracias a la pluma de Zorrilla, quien le dedicó estos versos:

Losada es un gran mecánico
que alcanzó inmenso renombre,
y, no obstante, vale el hombre
más que su reputación.
Aunque seco, cejijunto
y algo brusco en sus modales,
leal entre los leales,
tiene de oro el corazón.
Tras tres años de trabajo en Londres, se inauguró el nuevo reloj en 1866 contando con la presencia de la mismísima reina Isabel II. A partir de la obra de ingeniería de Losada, la maquinaria funcionó adecuadamente -no por nada era el Relojero de la familia real y de las Fuerzas  Armadas españolas, siendo condecorado incluso mientras vivía fuera del país-. Salvo pequeños ajustes y reparaciones (una vez un contrapeso se desprendió y atravesó el techo cayendo en la oficina de un empleado, y otra durante la Guerra Civil, recibió un proyectil), el reloj lleva marcando la hora bastante bien más de 140 años y deseamos sinceramente que siga por muchos más.



Feliz fin de año y que el 2016 os traiga lo mejor, queridos lectores.


¡Próspero 2016 para todos vosotros!




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