Por Igor Yglesias-Palomar
(Viene del I)
La Xenofobia en Japón
La tolerancia es la auténtica prueba de civilización (Arthur Helps)
La xenofobia
japonesa, como he pretendido explicar hasta ahora, está lejos de ser un
factor aislado y perteneciente a un momento concreto de la historia del
país. Está en su cultura, está en sus creencias, y, sobre todo, está en
su educación, como veremos más tarde. Las atrocidades que se cometieron
en Asia durante la guerra, desde un punto de vista psicológico, vinieron
marcadas por la falta de empatía de los soldados japoneses, que ni
siquiera veían como otros humanos a los habitantes de los países que
invadían. Hoy por hoy, no existe peor insulto para un japonés que
llamarle "chino" o "coreano", y son racistas incluso con sus mismos
paisanos que, por razones genéticas, tengan la piel más amarillenta o
los ojos más rasgados.
Recordemos, por poner un ejemplo, que la operación estética más habitual en Japón, con mucha diferencia, es el retoque de párpados, para agrandarlos, perdiendo lo asiático del concepto. En caso de no tener suficientes medios, siempre pueden acudir a esto. Está en japonés, pero no hace falta más que ver las imágenes. Imagino que se basaron en ello para hacer la portada de The Ring.
Recordemos, por poner un ejemplo, que la operación estética más habitual en Japón, con mucha diferencia, es el retoque de párpados, para agrandarlos, perdiendo lo asiático del concepto. En caso de no tener suficientes medios, siempre pueden acudir a esto. Está en japonés, pero no hace falta más que ver las imágenes. Imagino que se basaron en ello para hacer la portada de The Ring.
Los
japoneses siempre andan buscando justificaciones para negar la
evidencia antropológica de que su raza es básicamente la misma que la
china y la del sudeste asiático, como en el interesante caso de Fujimura
Shinichi, el que era el director de Instituto Paleolítico Tohoku.
Fujimura era conocido como "la mano de Dios", por el increíble ratio de
acierto a la hora de encontrar restos fósiles en sus salidas. Trabajó en
más de 180 excavaciones a lo largo de todo el país, y sus
descubrimientos fueron, cuanto menos, excepcionales. En 1984, retrasó la
fecha estimada de aparición de los primeros humanos en Japón, de 30.000
años a 50.000, para consternación de la comunidad científica. En los 16
años siguientes siguió encontrando piezas, cada vez más antiguas,
adelantando más de 30.000 años el Paleolítico japonés. Esto hizo
tambalearse todas las teorías antropológicas que enlazaban la raza
japonesa con otras de Asia, pues mostraba presencia humana muy anterior a
los yacimientos más antiguos de ciertas partes del sudeste del
continente. Sus descubrimientos fueron aceptados por los arqueólogos
japoneses, que desarrollaron en base a ellos que la raza japonesa tenía
un origen distinto del resto de las asiáticas, y que ocupaban las islas
desde mucho antes de la aparición de humanos en otras zonas colindantes,
y estas teorías se incluyeron en los libros de texto japoneses.
En el año 2000 anunció el descubrimiento de artefactos humanos que se remontaban, nada menos, que a unos 600.000 años de antigüedad, en la época del homo erectus, siendo utensilios, además, mucho más avanzados que los encontrados de la misma época en el resto del mundo. A pesar de la aceptación de sus datos por sus colegas antropólogos japoneses -algunas eminencias en el extranjero dudaban seriamente de sus descubrimientos-, algunos antropólogos y geólogos sí que habían planteado ciertas dudas sobre los sorprendentes descubrimientos de Fujimura, lo que llevó al periódico Mainichi Shinbun a colocar cámaras en el yacimiento en el que trabajaba el arqueólogo, que le registraron colocando él mismo los objetos que encontraría a la mañana siguiente. Fujimura confesó el engaño en la misma conferencia de prensa que él había convocado para anunciar sus descubrimientos. A partir de ahí, se fue desentramando que todo lo que había encontrado durante 16 años había sido colocado por él.
Fujimura, colocando cromos de Gozilla en estratos del Carbonífero-Pérmico. |
Más
allá de la anécdota y la pillada, lo que resulta controvertido del caso
es la aceptación absoluta de la comunidad científica japonesa, durante
tantos años, de unos descubrimientos tan inconsistentes.
It
is clear that a number of the artifacts found by Fujimura are rather
unnatural and do not make archaeological sense, but nonetheless majority
archaeological groups as well as local and government organisations
which substantially benefited from his find ignored these
inconsistencies. There were also "finds" that were quite difficult to
believe, such as stone implements in which the cross sections happened
to match those of items found at sites tens of kilometers away. There
was sharp criticism that such flawed items should not have been blindly
accepted for so long.
(Wikipedia, Japanese Paleolithic Hoax)
"Está
claro que parte de los artefactos encontrados por Fujimura son
bastante anormales y no tienen sentido arqueológicamente hablando, pero, a
pesar de ello, la mayoría de los grupos arqueológicos, así como
organizaciones locales y gubernamentales, las cuales se beneficiaron
sustanciosamente de sus descubrimientos, ignoraron tales
inconsistencias. También se produjeron "hallazgos" muy dificilmente creíbles, como herramientas de piedra cuyas secciones transversales
resultaban encajar con aquéllas de objetos encontrados en excavaciones a
decenas de kilómetros de distancia. Se criticó ferozmente la aceptación ciega durante tanto tiempo de objetos que presentaban tantos fallos."
Por
supuesto, Fujimura cayó, y un ayudante suyo, acusado de haber
participado en ello, se suicidó -por lo que se ve, resulta que no lo
había hecho-, pero más allá, como suele pasar en Japón, nada sucedió
-más allá de la grave pérdida de respeto internacional sobre la seriedad
científica de la arqueología nipona-. No soy amigo de las paranoias
conspirativas, pero lo que sucedió encaja tan bien con el íntimo deseo japonés de demostrar que su raza es anterior y diferente de la de sus vecinos, hubo una prisa tal en aceptar tales premisas y comenzar a enseñarlas en los colegios, y una conformidad tan grande por parte de la comunidad científica japonesa ante descubrimientos tan sospechosos, que no creo que sea conspiranoico pensar que había importantes intereses puestos en que alguien como Fujimura hiciera lo que hizo. La polémica, en esto como en tantas otras cosas, está servida.
Fujimura, en postura de auto-check genital y de pedir perdón |
Pese a que se usan frecuentemente como sinónimos, en realidad, no es lo mismo racismo y xenofobia. Según la RAE quedan así definidos:
1. m. Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros.
2. m. Doctrina antropológica o política basada en este sentimiento y que en ocasiones ha motivado la persecución de un grupo étnico considerado como inferior.
Xenofobia:
1. f. Odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros.
Como venimos diciendo, y reforzados por esta definición, podemos decir que Japón
es un país profundamente xenófobo. Cualquier extranjero que haya vivido
allí un mínimo, -turistas avispados incluidos- sabe perfectamente de
qué estamos hablando. Las anécdotas que se pueden contar, surgen
prácticamente todos los días, y, aunque a menudo nos
las tomamos a broma, muchas son muy serias. En cualquier caso, incluso
las más ínfimas e infantiles, acaban cobrando un peso demoledor cuando
son vividas continuadamente durante años. Gente que lleva residiendo
varias décadas en el país, llegan a estar profundamente afectados tras
miles y miles de continuados desprecios. Pero el asunto va mucho más
allá. Todo el país está organizado para, en la medida de lo posible,
frustrar las intenciones de permanencia de ningún extranjero. Dicho en
otras palabras, si no eres japonés, no eres bienvenido, y vamos a
procurar que no estés por aquí.
Para explicar todo esto, antes tenemos que detenernos para entender varios puntos:
1º A pesar de que nuestra propia concepción de la xenofobia y el racismo -sumada a nuestra experiencia vital-, nos marca lo contrario, en Japón, ambas nunca van acompañadas por la violencia. Ningún japonés va a intentar agredirte -al menos como occidental. Carezco de información sobre otros asiáticos-, y tu integridad física no se encuentra amenazada. Salvo los nacionalistas pegando gritos de que nos vayamos por sus megáfonos, en Japón la violencia es silenciosa, y se establece en forma de presión continua, de pequeñas zancadillas constantes que se van poniendo a cada uno de los pasos que das cada día, en detalles que el profano, más a menudo que no, no sabe leer.
2º No quiero entrar en profundidad en el tema de ciertos personajes, blogueros muy conocidos, cuyas afirmaciones son tomadas como palabras divinas, y cuya percepción sobre la realidad de Japón está distorsionada de un modo tal que sólo es comprensible si, o bien directamente no se enteran de lo que pasa a su alrededor -independientemente de los años que lleven allí-, o, mucho más probablemente, porque el éxito descomunal de sus artículos, mueve a sus egos más que a sus cerebros a hablar. Uno vende infinitamente más si dice que todo es guay en Japón, que si dice que no lo es. Pero, por mucho que digan constantemente barbaridades como que los japoneses te respetan mucho más como extranjero, etc, lo cierto es que todo ello no sólo es desesperantemente falso, sino que hacen un flaco favor incitando a muchos jóvenes, cegados por sus experiencias, a intentar empresas que en su enorme mayoría están condenadas a fracasar, casi siempre por puro desconocimiento de a qué se están enfrentando en realidad. Frente a ellos, toda la comunidad de extranjeros residentes allí, enervada por las falacias que en sus blogs aparecen y viendo, frustrados, que cuando intentan explicar ciertas verdades en sus páginas, sus comentarios son convenientemente bloqueados y borrados. Quien prefiera creer a estos autores frente a lo que aquí se explica, que se marche a Japón, y en un mes, que juzgue. Y esto nos lleva al tercer punto.
3º Visitantes
casuales de Japón o residentes poco avispados: existe una clara
confusión sobre un punto -probablemente, una vez más, debido a nuestra
propia cultura- muy importante en todo esto. Hay una enorme diferencia
entre ser cortés y ser bien educado. Los japoneses son
extremadamente corteses, pero muy maleducados. El hecho de que siempre
sonrían, que no alcen la voz -en una discusión, porque a partir de las 7
de la tarde son muy gritones-, que pidan perdón por todo, no se debe a
que sean gente muy educada y amigable, sino más bien a los giros y giros
que deben dar, tanto lingüisticamente como en comunicación no verbal,
para no romper algo de lo que trataremos convenientemente más adelante: la armonía.
Nuestro desconocimiento de su cultura y sus formas, nos hace,
inocentemente, pensar, que son iguales que los nuestros, cuando a menudo
no pueden ser más diametralmente opuestos. Pondré un ejemplo entre
miles para ilustrar esto. Una pareja de amigos míos deseaba viajar a Japón
y me pidieron consejo, recomendaciones, ayuda con ciertas dudas, etc. Les
animé, por supuesto, a alojarse en ryoukan, las llamadas posadas
japonesas, que no sólo son la versión más barata de un hotel que uno
pueda encontrarse por allí (hoteles cápsula y del amor aparte), sino
que, además, conservan el sabor japonés que tanto nos atrae. Ya se sabe,
tatamis, yukatas para
estar en las habitaciones, y viejecitas sirviéndonos el té. El problema
es que, a pesar de que nos pirrien a los extranjeros, están muy mal
acondicionados -como casi todo allí, por otra parte-, para acogernos. A
menudo están regentados por viejecillos que no saben una palabra de
inglés, tienen normas que a nosotros nos resultan extrañas y a las que
no estamos acostumbrados, y como nadie nos las explica, fallamos
miserablemente en su cumplimiento. Por ejemplo, casi todos tienen una
hora máxima de llegada nocturna, 10-11 pm. No funcionan exactamente como un
hotel, y si llegas pasada esa hora -y hablamos de la hora exacta y ni un
segundo más-, te quedas toda la noche fuera sin poder entrar en el
edificio. Otra cosa es que, al contrario de la costumbre europea, en
Japón las habitaciones se abandonan a las 10.00 am, no al mediodía. Y
creedme, si queréis ver a un japonés nervioso, esperad a las 9:45 am
para salir de la habitación. Puede que os encontréis con que han llamado
a los GEOs. Preocupado porque no hubieran hecho caso de algunas de mis
advertencias y explicaciones sobre los ryoukanes, a la vuelta del viaje
de esta pareja, les pregunté que si habían tenido algún problema, y su
respuesta fue que eran gente encantadora. Tan majos que les
despertaban a las 11:30 todos los días empujándoles suavemente mientras
estaban de rodillas junto a su futón. Por supuesto, esta anécdota
hace las delicias entre mis amigos residentes allí, porque para que un
japonés entre en una habitación de un extranjero ¡y llegue a tocarle!,
es que, directamente están a punto de llamar a la policía. Claro, mis
amigos no se habían enterado de que las habitaciones había que haberlas
dejado una hora y media antes de cuando ya osaban a despertarlos; y que
si lo hacían, no era por ser encantadores, ni por ofrecerles un
agradable despertar, sino como expresión máxima de desesperación. Ésta
es una anécdota simpática y en la que la culpa cae, claramente, en la
pareja -que simplemente no se enteró-, pero creedme que podría contar
muchas muy desagradables que explicaran que sus sonrisas, por mucho que
nosotros las veamos como amigables, pueden no serlo en absoluto, y que
podemos volver pensando que han sido todos encantadores, y que sin
embargo nos hayan puteado mil veces sin que nosotros nos lleguemos
siquiera a enterar.
Puede que alguno quiera que se profundice más en mi aseveración de que son gente terriblemente maleducada, pese a su cortesía. Bien, aquí podríamos hablar de la absoluta imposibilidad de que nadie en un vagón ceda el asiento a una anciana o a una embarazada -ellos lo justifican como que son modestos y no quieren llamar la atención a los demás pasajeros del tren atrayendo el mérito sobre sí mismos. Sí, sí. Que no ceden el sitio para no hacer sentirse a los demás avergonzados por no haberlo hecho ellos. Con dos... y la embarazada y la vieja, de pie-; el cómo, literalmente, arrollan a mujeres que intentan subir un carrito con un bebé a pulso por una escalera, sin que nadie les ayude -y que cuando lo hagas tú, ellas te miren con miedo de que quieras, no sé, robarles el niño-; en los constantes codazos y golpes que te propinan en el metro -muchos no accidentales-, sin que nadie pida disculpas; en su manera de comer -no hablo de los sutiles palillos, sino más bien en las enormes cucharadas de curry que se meten sin haber tragado la anterior-, en la grosería con la que tratan a los dependientes de las tiendas o restaurantes; en la molesta costumbre que tienen de orinar por todas partes -lo he visto hasta dentro de las estaciones de metro-... A.D y yo hablábamos de ello a menudo, aunque P.R dice que, en su experiencia, esto no es tan común como digo. En cualquier caso, por ésas, y por muchas otras razones, indico que son terriblemente maleducados. Por supuesto, hay muchas otras cosas que nosotros podríamos considerar como de mala educación -igual que viceversa-, pero que no son tales, puesto que estan socialmente aceptadas allí. Si toda la población acepta un comportamiento de algún tipo como normal, no se puede, por mucho que confronte con las normas sociales de otro país, considerar como una falta de educación. Los ejemplos que he puesto son de una naturaleza según la cual he visto a otros japoneses quejándose sobre ellos, y que por tanto, por generalizados que estén, no pueden ser considerados como un comportamiento socialmente aceptado. En cualquier caso, que sean corteses y formales hasta la exasperación en sus formas de hablar, saludarse, etc, no tiene nada que ver con sus buenos modales. Japón es el país de los rituales de cortesía. Desde cómo se sirve la cerveza, hasta cómo dicen que no al borracho que intenta ligar con una en un bar. Profundizaremos sobre ello más tarde.
4º Antes de que salga nadie a resaltar lo obvio, lo diré yo: Japón tiene una población de 128 millones de habitantes. Por supuesto que hay excepciones, como en toda afirmación sobre un grupo de personas. Es una cuestión de estadísticas. Claro que he conocido gente con la suficiente mente abierta como para tratar y relacionarse con extranjeros -aunque, a menudo, las excepciones sean más frecuentes entre gente menor de 30 años, o en los pocos japoneses que residen fuera de su país-. He conocido muchos japoneses maravillosos y estupendos, que me han tratado y hecho sentir como en casa, y me he cruzado con gente simpática, abierta y encantadora en al país. He desarrollado fuertes sentimientos por algunos, y he notado la reciprocidad. A diferencia de algunos occidentales que viven allí, yo tengo la fortuna de aún conservar algunos grandes amigos japoneses a día de hoy, además de ex-parejas, etc. Hay mucha gente buena, es simplemente un problema de porcentajes. Como muestra de ello, por ejemplo, en el año 2004, leíamos mi amigo P.R y yo, en un periódico japonés, que entre el 80% y el 90% de la población, preferiría que no hubiera ningún extranjero en su país, o, como mínimo, que hubiera menos -y como veremos ahora, las cifras son tan ridículas que eso viene a ser una redundancia-. Esto significa que de cada diez personas que te cruzas al día y te sonríen cortésmente y son muy amables contigo, nueve preferirían que no estuvieras allí. Y creo que la cifra se queda corta... (Aclaro que, comentándolo, él recuerda una cifra menor, entre el 70 y el 80%. Especifico para que se sepa que puedo ser yo el que esté equivocado en el dato. Por desgracia nos es imposible acceder a la fuente original)
Allá por el año 2001, antes de marchar por primera vez a Japón, el triste y prematuramente fallecido F.S. jefe de la sección española de una empresa japonesa sita en Madrid, me explicaba una realidad que tardé cierto tiempo en comprobar su verismo. Mencionaba a su homólogo japonés, también residente en España, a quien conocía desde hacía 30 años. Me contaba que eran amigos desde que eran muy jóvenes, que habían conocido juntos a las que serían sus respectivas futuras esposas, habían asistido a sus bodas, bautizos y comuniones de sus hijos, de los que eran mutuos padrinos. Y con un tono de resignación me decía: "¿Y sabes lo que me jode? Que si mañana tuviera que elegir entre un japonés al que no conociera de nada, o a mí, no dudaría un instante en elegirlo a él". En su momento, no quise creerle; hoy por hoy sé que tenía toda la razón del mundo al aseverarlo. Da igual la relación que tengas con un japonés o los años que haga que la tienes, siempre valdrás menos que otro japonés, aunque no lo conozca; aunque sea de la peor calaña.
Ha llegado la hora de empezar a hablar con propiedad. Estamos constantemente usando la palabra extranjero, pero deberíamos utilizar la que se escucha allí. Gaijin (外人). Literalmente significa persona de fuera, a través del uso de los kanjis 外 (gai, fuera) y 人(jin, persona). Es la contracción de Gaikokujin (外国人, persona de un país de fuera), palabra más respetuosa, al contrario de la primera, que, salvo en pueblos del interior, siempre tiene tintes despectivos. Básicamente, la utilización de la palabra gaijin tiene la connotación de no eres uno de los nuestros.
"While the term itself has no derogatory meaning, it emphasizes the exclusiveness of Japanese attitude and has therefore picked up pejorative connotations that many Westerners resent." Mayumi Itoh (1995)
"Mientras que el término en sí mismo no tiene un significado despreciativo, enfatiza la actitud de exclusividad Japonesa, y, por tanto, ha tomado connotaciones peyorativas que ofenden a muchos occidentales" Mayumi Itoh (1995)
Para explicar todo esto, antes tenemos que detenernos para entender varios puntos:
1º A pesar de que nuestra propia concepción de la xenofobia y el racismo -sumada a nuestra experiencia vital-, nos marca lo contrario, en Japón, ambas nunca van acompañadas por la violencia. Ningún japonés va a intentar agredirte -al menos como occidental. Carezco de información sobre otros asiáticos-, y tu integridad física no se encuentra amenazada. Salvo los nacionalistas pegando gritos de que nos vayamos por sus megáfonos, en Japón la violencia es silenciosa, y se establece en forma de presión continua, de pequeñas zancadillas constantes que se van poniendo a cada uno de los pasos que das cada día, en detalles que el profano, más a menudo que no, no sabe leer.
2º No quiero entrar en profundidad en el tema de ciertos personajes, blogueros muy conocidos, cuyas afirmaciones son tomadas como palabras divinas, y cuya percepción sobre la realidad de Japón está distorsionada de un modo tal que sólo es comprensible si, o bien directamente no se enteran de lo que pasa a su alrededor -independientemente de los años que lleven allí-, o, mucho más probablemente, porque el éxito descomunal de sus artículos, mueve a sus egos más que a sus cerebros a hablar. Uno vende infinitamente más si dice que todo es guay en Japón, que si dice que no lo es. Pero, por mucho que digan constantemente barbaridades como que los japoneses te respetan mucho más como extranjero, etc, lo cierto es que todo ello no sólo es desesperantemente falso, sino que hacen un flaco favor incitando a muchos jóvenes, cegados por sus experiencias, a intentar empresas que en su enorme mayoría están condenadas a fracasar, casi siempre por puro desconocimiento de a qué se están enfrentando en realidad. Frente a ellos, toda la comunidad de extranjeros residentes allí, enervada por las falacias que en sus blogs aparecen y viendo, frustrados, que cuando intentan explicar ciertas verdades en sus páginas, sus comentarios son convenientemente bloqueados y borrados. Quien prefiera creer a estos autores frente a lo que aquí se explica, que se marche a Japón, y en un mes, que juzgue. Y esto nos lleva al tercer punto.
Lo que muchos se creen que se van a encontrar en Japón. |
...lo que en realidad se encuentran. |
10:03 am. Las fuerzas policiales extraen a un americano de su habitación y le deportan. |
Puede que alguno quiera que se profundice más en mi aseveración de que son gente terriblemente maleducada, pese a su cortesía. Bien, aquí podríamos hablar de la absoluta imposibilidad de que nadie en un vagón ceda el asiento a una anciana o a una embarazada -ellos lo justifican como que son modestos y no quieren llamar la atención a los demás pasajeros del tren atrayendo el mérito sobre sí mismos. Sí, sí. Que no ceden el sitio para no hacer sentirse a los demás avergonzados por no haberlo hecho ellos. Con dos... y la embarazada y la vieja, de pie-; el cómo, literalmente, arrollan a mujeres que intentan subir un carrito con un bebé a pulso por una escalera, sin que nadie les ayude -y que cuando lo hagas tú, ellas te miren con miedo de que quieras, no sé, robarles el niño-; en los constantes codazos y golpes que te propinan en el metro -muchos no accidentales-, sin que nadie pida disculpas; en su manera de comer -no hablo de los sutiles palillos, sino más bien en las enormes cucharadas de curry que se meten sin haber tragado la anterior-, en la grosería con la que tratan a los dependientes de las tiendas o restaurantes; en la molesta costumbre que tienen de orinar por todas partes -lo he visto hasta dentro de las estaciones de metro-... A.D y yo hablábamos de ello a menudo, aunque P.R dice que, en su experiencia, esto no es tan común como digo. En cualquier caso, por ésas, y por muchas otras razones, indico que son terriblemente maleducados. Por supuesto, hay muchas otras cosas que nosotros podríamos considerar como de mala educación -igual que viceversa-, pero que no son tales, puesto que estan socialmente aceptadas allí. Si toda la población acepta un comportamiento de algún tipo como normal, no se puede, por mucho que confronte con las normas sociales de otro país, considerar como una falta de educación. Los ejemplos que he puesto son de una naturaleza según la cual he visto a otros japoneses quejándose sobre ellos, y que por tanto, por generalizados que estén, no pueden ser considerados como un comportamiento socialmente aceptado. En cualquier caso, que sean corteses y formales hasta la exasperación en sus formas de hablar, saludarse, etc, no tiene nada que ver con sus buenos modales. Japón es el país de los rituales de cortesía. Desde cómo se sirve la cerveza, hasta cómo dicen que no al borracho que intenta ligar con una en un bar. Profundizaremos sobre ello más tarde.
4º Antes de que salga nadie a resaltar lo obvio, lo diré yo: Japón tiene una población de 128 millones de habitantes. Por supuesto que hay excepciones, como en toda afirmación sobre un grupo de personas. Es una cuestión de estadísticas. Claro que he conocido gente con la suficiente mente abierta como para tratar y relacionarse con extranjeros -aunque, a menudo, las excepciones sean más frecuentes entre gente menor de 30 años, o en los pocos japoneses que residen fuera de su país-. He conocido muchos japoneses maravillosos y estupendos, que me han tratado y hecho sentir como en casa, y me he cruzado con gente simpática, abierta y encantadora en al país. He desarrollado fuertes sentimientos por algunos, y he notado la reciprocidad. A diferencia de algunos occidentales que viven allí, yo tengo la fortuna de aún conservar algunos grandes amigos japoneses a día de hoy, además de ex-parejas, etc. Hay mucha gente buena, es simplemente un problema de porcentajes. Como muestra de ello, por ejemplo, en el año 2004, leíamos mi amigo P.R y yo, en un periódico japonés, que entre el 80% y el 90% de la población, preferiría que no hubiera ningún extranjero en su país, o, como mínimo, que hubiera menos -y como veremos ahora, las cifras son tan ridículas que eso viene a ser una redundancia-. Esto significa que de cada diez personas que te cruzas al día y te sonríen cortésmente y son muy amables contigo, nueve preferirían que no estuvieras allí. Y creo que la cifra se queda corta... (Aclaro que, comentándolo, él recuerda una cifra menor, entre el 70 y el 80%. Especifico para que se sepa que puedo ser yo el que esté equivocado en el dato. Por desgracia nos es imposible acceder a la fuente original)
Allá por el año 2001, antes de marchar por primera vez a Japón, el triste y prematuramente fallecido F.S. jefe de la sección española de una empresa japonesa sita en Madrid, me explicaba una realidad que tardé cierto tiempo en comprobar su verismo. Mencionaba a su homólogo japonés, también residente en España, a quien conocía desde hacía 30 años. Me contaba que eran amigos desde que eran muy jóvenes, que habían conocido juntos a las que serían sus respectivas futuras esposas, habían asistido a sus bodas, bautizos y comuniones de sus hijos, de los que eran mutuos padrinos. Y con un tono de resignación me decía: "¿Y sabes lo que me jode? Que si mañana tuviera que elegir entre un japonés al que no conociera de nada, o a mí, no dudaría un instante en elegirlo a él". En su momento, no quise creerle; hoy por hoy sé que tenía toda la razón del mundo al aseverarlo. Da igual la relación que tengas con un japonés o los años que haga que la tienes, siempre valdrás menos que otro japonés, aunque no lo conozca; aunque sea de la peor calaña.
Ha llegado la hora de empezar a hablar con propiedad. Estamos constantemente usando la palabra extranjero, pero deberíamos utilizar la que se escucha allí. Gaijin (外人). Literalmente significa persona de fuera, a través del uso de los kanjis 外 (gai, fuera) y 人(jin, persona). Es la contracción de Gaikokujin (外国人, persona de un país de fuera), palabra más respetuosa, al contrario de la primera, que, salvo en pueblos del interior, siempre tiene tintes despectivos. Básicamente, la utilización de la palabra gaijin tiene la connotación de no eres uno de los nuestros.
"While the term itself has no derogatory meaning, it emphasizes the exclusiveness of Japanese attitude and has therefore picked up pejorative connotations that many Westerners resent." Mayumi Itoh (1995)
"Mientras que el término en sí mismo no tiene un significado despreciativo, enfatiza la actitud de exclusividad Japonesa, y, por tanto, ha tomado connotaciones peyorativas que ofenden a muchos occidentales" Mayumi Itoh (1995)
"Gaijin" en verdad debe significar "friki que morirá solo"Aquí tenemos dos ejemplos de ello. A la derecha, Franka Potente. |
Bien,
¿cómo puede ser que los siempre sonrientes, aparentemente educados y
nada violentos japoneses, puteen constantemente a los gaijines en su
país? Es decir, ¿realmente todos son tan racistas como
aquí los estoy pintando? ¿A qué se debe que hoy en día lo sean? Son algunas de las cuestiones que se me ocurre pueden surgir al leer todo esto. De
acuerdo, intentemos responder a estas preguntas.
Existen dos frentes en la actuación cara a los gaijines en Japón, ambos colaborando mutuamente. Por una parte está la xenofobia a nivel gubernamental, política, la lucha de estado contra el extranjero -por sorprendente que nos pueda resultar que exista una como tal- y por otra, la que se encuentra el ciudadano a nivel de calle. Los resultados son los mismos, aunque una es consecuencia de otra. Vayamos de lo general a lo particular. Independientemente de cómo haya sido a nivel histórico, es indudable que existe un activo esfuerzo por parte de la nación para evitar la entrada de inmigrantes -y mucho más activo para dificultar su permanencia-, lo cual, en una población altamente envejecida y con una natalidad a unos niveles alarmantemente bajos -ver el altamente recomendable vídeo de El Imperio de los Sin Sexo documental francés emitido en Documentos T.V.- muestra un comportamiento casi suicida a nivel demográfico, y que no podrá ser mantenido durante mucho tiempo. Tanto Japón como las potencias occidentales, son blanco natural de la inmigración proveniente de países menos afortunados, pero a diferencia de éstas, los rangos de aceptación de extranjeros son verdaderamente ridículos.
"Japón ha constituido una excepción hasta la fecha entre los países más desarrollados; a partir de la posguerra animó la emigración pero impidió la inmigración bajo los argumentos de la sobrepoblación del país y la importancia de conservar la homogeneidad étnica. A mediados de los 80 se produjo una escasez de mano de obra que el gobierno intentó solventar exportando puestos de trabajo con inversiones en el extranjero; sin embargo, partes importantes de los servicios y la producción deben permanecer en el país, lo que ha conducido a una progresiva introducción de trabajadores inmigrantes. Los primeros flujos fueron mujeres clasificadas como "entretenedoras" (cantantes, bailarinas pero también prostitutas) de Pakistán, Filipinas, Corea y Bangladesh; más tarde las siguieron hombres que trabajan irregularmente en la construcción y el sector industrial. El gobierno intenta regular estos flujos castigando el empleo de irregulares y fomentando la importación de extranjeros de origen japonés (el caso más notorio es el reasentamiento de 150.000 brasileños). La patronal fomenta la llegada de inmigrantes, en tanto el gobierno y los sindicatos se oponen a la misma. En este contexto existen diversas "trampas" para salvar las prohibiciones, como emplear a supuestos estudiantes de japonés, o a "aprendices" de países menos desarrollados, etc. El total de extranjeros en situación regular a comienzos de 1998 era de 1,2 millones, apenas el 1,1% de la población total; un millón de personas procede de otros países asiáticos, el colectivo más numeroso es el coreano (690.000) seguido por el chino (195.000); en los últimos años tiende a crecer la inmigración filipina (62.000) y han aumentado los contingentes -de origen japonés- provenientes de Brasil y Perú."
Existen dos frentes en la actuación cara a los gaijines en Japón, ambos colaborando mutuamente. Por una parte está la xenofobia a nivel gubernamental, política, la lucha de estado contra el extranjero -por sorprendente que nos pueda resultar que exista una como tal- y por otra, la que se encuentra el ciudadano a nivel de calle. Los resultados son los mismos, aunque una es consecuencia de otra. Vayamos de lo general a lo particular. Independientemente de cómo haya sido a nivel histórico, es indudable que existe un activo esfuerzo por parte de la nación para evitar la entrada de inmigrantes -y mucho más activo para dificultar su permanencia-, lo cual, en una población altamente envejecida y con una natalidad a unos niveles alarmantemente bajos -ver el altamente recomendable vídeo de El Imperio de los Sin Sexo documental francés emitido en Documentos T.V.- muestra un comportamiento casi suicida a nivel demográfico, y que no podrá ser mantenido durante mucho tiempo. Tanto Japón como las potencias occidentales, son blanco natural de la inmigración proveniente de países menos afortunados, pero a diferencia de éstas, los rangos de aceptación de extranjeros son verdaderamente ridículos.
"Japón ha constituido una excepción hasta la fecha entre los países más desarrollados; a partir de la posguerra animó la emigración pero impidió la inmigración bajo los argumentos de la sobrepoblación del país y la importancia de conservar la homogeneidad étnica. A mediados de los 80 se produjo una escasez de mano de obra que el gobierno intentó solventar exportando puestos de trabajo con inversiones en el extranjero; sin embargo, partes importantes de los servicios y la producción deben permanecer en el país, lo que ha conducido a una progresiva introducción de trabajadores inmigrantes. Los primeros flujos fueron mujeres clasificadas como "entretenedoras" (cantantes, bailarinas pero también prostitutas) de Pakistán, Filipinas, Corea y Bangladesh; más tarde las siguieron hombres que trabajan irregularmente en la construcción y el sector industrial. El gobierno intenta regular estos flujos castigando el empleo de irregulares y fomentando la importación de extranjeros de origen japonés (el caso más notorio es el reasentamiento de 150.000 brasileños). La patronal fomenta la llegada de inmigrantes, en tanto el gobierno y los sindicatos se oponen a la misma. En este contexto existen diversas "trampas" para salvar las prohibiciones, como emplear a supuestos estudiantes de japonés, o a "aprendices" de países menos desarrollados, etc. El total de extranjeros en situación regular a comienzos de 1998 era de 1,2 millones, apenas el 1,1% de la población total; un millón de personas procede de otros países asiáticos, el colectivo más numeroso es el coreano (690.000) seguido por el chino (195.000); en los últimos años tiende a crecer la inmigración filipina (62.000) y han aumentado los contingentes -de origen japonés- provenientes de Brasil y Perú."
(www.monografías.com)
A fecha de 2005, la población de residentes extranjeros en Japón era de 1.555.505, lo que suponía el 1.22% de la población, con un cambio significativo de la población china frente a la coreana, aumentando considerablemente la primera y disminuyendo la segunda. Estamos diciendo que, fuera de ambas nacionalidades (muchos de los coreanos han nacido en Japón, nunca han visitado Corea y no hablan coreano), y filipinos, peruanos y brasileños (en los tres casos la mayoría son descendientes de japoneses), que suman el 70% de la inmigración del país, el total de las naciones restantes del planeta, conforman sólo 200.000 personas. En cuestión, españoles, hay una población de unas 800-900 personas. Más de la mitad son religiosos (frailes y monjas). De los, aprox. 300-400 restantes, la mitad son personal diplomático o trabajadores de empresas en rotación, lo que la convierte en una población cambiante cada dos años, más o menos. Ahora separemos la gente en todo el país -no todo el mundo está en Tokyo-, y nos haremos una idea de los números que estamos manejando. Australia, por ejemplo, que es uno de los países occidentales con más presencia en número de inmigrantes en el país, no llega a 9000 personas. Hablamos de unas cifras verdaderamente ridículas.
Según datos de la BBC, en el año 2004, la población laboral extranjera en Japón suponía el 0,22% del total del país, frente al 3,6% de Inglaterra, el 9,1% de Alemania, y el 55% de Luxemburgo. España, frente a una población de 46 millones, alberga 6.422.000 (sólo de nacionalidad Rumana, tenemos más inmigrantes que de la nacionalidad más abundante en Japón), lo que supone un 14.0% de nuestra población. Y España está lejísimos de ser un país tan atractivo y rico como Japón, que alberga cifras rondando el 1%. En comparativas, Inglaterra sostiene un 11,3%, Alemania un 12% y Francia un 11,1%. Mejor ni buscamos las de Estados Unidos.
Dicho en otras palabras, los países desarrollados, ante el común hecho de que tu pirámide de población se invierta, o sea, que mueran menos ancianos que niños nacen; y con las previsiones tan simples a los que ese hecho lleva -pérdida de la mano de obra del país, disminución de su riqueza, aumento de la población mantenida respecto a la mantenedora, etc-, han tenido que aceptar un hecho simple: si tu país carece de la suficiente población en edad de trabajar, tienes que importarla, y no te queda más remedio que abrir tus fronteras. Por supuesto que esto ha traído, y trae, problemas al país anfitrión, pero a la larga, cuando se halla el equilibrio social y legal, las ventajas son ampliamente superiores a los inconvenientes. Y si no, no hay más que mirar el caso de países como los anteriormente mencionados para convencerse de ello. Japón, lejos de aceptar que necesita inmigración, todo lo contrario, ha radicalizado considerablemente sus leyes de inmigración, amén de las trabas con las que martiriza a los extranjeros sitos allí, con el ánimo de fomentar sus deseos de salir del país.
En parte, de aquí se deriva una consecuencia curiosa e insospechada. Todo esto que comentamos justifica el espectacular esfuerzo, tanto económico como investigador de Japón cara al campo de la robótica. El país necesita trabajadores y no quiere inmigrantes que no sean japoneses, así que llevan varias décadas apostando por crearlos ellos. Sobre esto hay una doble vertiente, por una parte, los conocidos robots en las fábricas y en las cadenas de montaje -cada vez más complejos e independientes-, y por otra está el grueso de la inversión, los robots orientados hacia la domótica. Casas inteligentes, con control de numerosísimos parámetros, robots que puedan estar en los hogares, subir escaleras, abrir puertas... Con una población muy envejecida y la mayor esperanza de vida del planeta, Japón lleva mucho tiempo consciente de uno de sus mayores problemas: cuidar a las legiones de ancianos que tiene a su cargo. Los datos del 2010 muestran que el 23.1% de su población -básicamente uno de cada cuatro- son mayores de 65 años. A pesar de que existen países "cercanos" con muy buen nivel de enfermería y con gente dispuesta a cuidar a estos ancianos, Japón se niega a favorecer la entrada de extranjeros que traten a sus mayores -y eventualmente a ellos mismos-, así que se opta por desarrollar camas y robots que puedan cuidar sus necesidades. ¿Nos estaremos encontrando con que la profética película del genio Otomo Katsuhiro, Roujin Z se está convirtiendo en realidad?
Su política de inmigración se encuentra entre las más duras del mundo -ignoro si la más-, superando las conocidas dificultades que plantean los USA. Desde el año 2007, toma las huellas dactilares y una foto de todo gaijin que allí aparezca, sea un turista, o un residente legal -tengo un amigo que dice que la aduana japonesa tiene más fotos suyas que su madre-, se comprueba que posea billete de vuelta, dinero en efectivo, reserva en un hotel... plantea unos obstáculos insorteables para conseguir extensiones de visado (según me informaron en la oficina de inmigración, yo fui el 4º español de la historia en conseguir una extensión del visado de turista, y el primero en conseguir una segunda, años más tarde, así que puedo considerarme altamente afortunado, gracias exclusivamente a la gente que me ayudó a ello). Por poner un ejemplo, para lograr un visado de residente -no nacionalidad-, se necesita tener, mínimo diez años de estancia en el país, trabajo permanente en una empresa japonesa -no vale una multinacional extranjera-, una prueba de idioma avanzada y un garante -ahora entraremos en ello- que se responsabilice económicamente si hubieran de deportarlo. Total, nada. Mi amigo japonés M.Y. en dos años, y empezando en un trabajo en una empresa italiana, le dieron la nacionalidad sueca. Es un simple dato.
Pero todo esto no es sino la punta del iceberg. Más allá de los controles de entrada, se establece una política de acoso y derribo del extranjero, prácticamente indefenso legalmente en Japón. Pongamos algunos ejemplos.
A fecha de 2005, la población de residentes extranjeros en Japón era de 1.555.505, lo que suponía el 1.22% de la población, con un cambio significativo de la población china frente a la coreana, aumentando considerablemente la primera y disminuyendo la segunda. Estamos diciendo que, fuera de ambas nacionalidades (muchos de los coreanos han nacido en Japón, nunca han visitado Corea y no hablan coreano), y filipinos, peruanos y brasileños (en los tres casos la mayoría son descendientes de japoneses), que suman el 70% de la inmigración del país, el total de las naciones restantes del planeta, conforman sólo 200.000 personas. En cuestión, españoles, hay una población de unas 800-900 personas. Más de la mitad son religiosos (frailes y monjas). De los, aprox. 300-400 restantes, la mitad son personal diplomático o trabajadores de empresas en rotación, lo que la convierte en una población cambiante cada dos años, más o menos. Ahora separemos la gente en todo el país -no todo el mundo está en Tokyo-, y nos haremos una idea de los números que estamos manejando. Australia, por ejemplo, que es uno de los países occidentales con más presencia en número de inmigrantes en el país, no llega a 9000 personas. Hablamos de unas cifras verdaderamente ridículas.
Según datos de la BBC, en el año 2004, la población laboral extranjera en Japón suponía el 0,22% del total del país, frente al 3,6% de Inglaterra, el 9,1% de Alemania, y el 55% de Luxemburgo. España, frente a una población de 46 millones, alberga 6.422.000 (sólo de nacionalidad Rumana, tenemos más inmigrantes que de la nacionalidad más abundante en Japón), lo que supone un 14.0% de nuestra población. Y España está lejísimos de ser un país tan atractivo y rico como Japón, que alberga cifras rondando el 1%. En comparativas, Inglaterra sostiene un 11,3%, Alemania un 12% y Francia un 11,1%. Mejor ni buscamos las de Estados Unidos.
Dicho en otras palabras, los países desarrollados, ante el común hecho de que tu pirámide de población se invierta, o sea, que mueran menos ancianos que niños nacen; y con las previsiones tan simples a los que ese hecho lleva -pérdida de la mano de obra del país, disminución de su riqueza, aumento de la población mantenida respecto a la mantenedora, etc-, han tenido que aceptar un hecho simple: si tu país carece de la suficiente población en edad de trabajar, tienes que importarla, y no te queda más remedio que abrir tus fronteras. Por supuesto que esto ha traído, y trae, problemas al país anfitrión, pero a la larga, cuando se halla el equilibrio social y legal, las ventajas son ampliamente superiores a los inconvenientes. Y si no, no hay más que mirar el caso de países como los anteriormente mencionados para convencerse de ello. Japón, lejos de aceptar que necesita inmigración, todo lo contrario, ha radicalizado considerablemente sus leyes de inmigración, amén de las trabas con las que martiriza a los extranjeros sitos allí, con el ánimo de fomentar sus deseos de salir del país.
tipos de Kebap nipón. |
En parte, de aquí se deriva una consecuencia curiosa e insospechada. Todo esto que comentamos justifica el espectacular esfuerzo, tanto económico como investigador de Japón cara al campo de la robótica. El país necesita trabajadores y no quiere inmigrantes que no sean japoneses, así que llevan varias décadas apostando por crearlos ellos. Sobre esto hay una doble vertiente, por una parte, los conocidos robots en las fábricas y en las cadenas de montaje -cada vez más complejos e independientes-, y por otra está el grueso de la inversión, los robots orientados hacia la domótica. Casas inteligentes, con control de numerosísimos parámetros, robots que puedan estar en los hogares, subir escaleras, abrir puertas... Con una población muy envejecida y la mayor esperanza de vida del planeta, Japón lleva mucho tiempo consciente de uno de sus mayores problemas: cuidar a las legiones de ancianos que tiene a su cargo. Los datos del 2010 muestran que el 23.1% de su población -básicamente uno de cada cuatro- son mayores de 65 años. A pesar de que existen países "cercanos" con muy buen nivel de enfermería y con gente dispuesta a cuidar a estos ancianos, Japón se niega a favorecer la entrada de extranjeros que traten a sus mayores -y eventualmente a ellos mismos-, así que se opta por desarrollar camas y robots que puedan cuidar sus necesidades. ¿Nos estaremos encontrando con que la profética película del genio Otomo Katsuhiro, Roujin Z se está convirtiendo en realidad?
Su política de inmigración se encuentra entre las más duras del mundo -ignoro si la más-, superando las conocidas dificultades que plantean los USA. Desde el año 2007, toma las huellas dactilares y una foto de todo gaijin que allí aparezca, sea un turista, o un residente legal -tengo un amigo que dice que la aduana japonesa tiene más fotos suyas que su madre-, se comprueba que posea billete de vuelta, dinero en efectivo, reserva en un hotel... plantea unos obstáculos insorteables para conseguir extensiones de visado (según me informaron en la oficina de inmigración, yo fui el 4º español de la historia en conseguir una extensión del visado de turista, y el primero en conseguir una segunda, años más tarde, así que puedo considerarme altamente afortunado, gracias exclusivamente a la gente que me ayudó a ello). Por poner un ejemplo, para lograr un visado de residente -no nacionalidad-, se necesita tener, mínimo diez años de estancia en el país, trabajo permanente en una empresa japonesa -no vale una multinacional extranjera-, una prueba de idioma avanzada y un garante -ahora entraremos en ello- que se responsabilice económicamente si hubieran de deportarlo. Total, nada. Mi amigo japonés M.Y. en dos años, y empezando en un trabajo en una empresa italiana, le dieron la nacionalidad sueca. Es un simple dato.
el gaijin toroku, el d.n.i. del extranjero en Japón, visto desde los ojos de un policía. |
Pero todo esto no es sino la punta del iceberg. Más allá de los controles de entrada, se establece una política de acoso y derribo del extranjero, prácticamente indefenso legalmente en Japón. Pongamos algunos ejemplos.
- Legalmente la policía puede entrar en casa de un gaijín, sin más justificación que el hecho de que no sea japonés. Es decir, ser extranjero es causa suficiente como para que la policía pueda entrar y registrar tu hogar. No es necesario que un juez lo permita.
- El Ministerio de Justicia japonés, mantiene una web y una línea abierta para "recibir denuncias sobre extranjeros en situación de permanencia ilegal". Los criterios para denunciar incluyen motivos tan graves como "sentirse desasosegado acerca de un extranjero", y son permitidas las denuncias anónimas. Las autoridades de inmigración japonesas trabajan en colaboración con la policía para investigar a aquellos sobre los que el reporte se ha hecho, y numerosos grupos de defensa de los derechos humanos, tales como Amnistía Internacional, han declarado que las personas denunciadas no reciben una protección legal apropiada. El sistema Kangoku Daiyo permite a la policía detener a sospechosos sin cargos, acceso a un abogado o llamadas telefónicas durante un máximo de 23 días. Veamos que es esto del Kangoku Daiyo: frente al ingreso en prisión estatal, en Japón pueden meterte en una celda en una comisaría, mientras la policía continúa con la investigación. Es decir, mientras investigamos, por si acaso, tú estás preso. Recordemos que no es necesario que haya cargos, no puedes hacer llamadas, ni tienes derecho a un abogado. En un principio, tienen 72 horas, pero luego pueden pedir diez días más, y a su finalización, otros diez más, ambos con el consentimiento de un juez, lo cual parece ser poco más que un mero trámite, pues en 1987, las concesiones judiciales para prorrogar la estancia en esas celdas, fueron del 99,8% de los casos. Los activistas se quejan de que el estado de los presos en este tipo de encierros -de amplio apoyo por la clase política-, es peor que el de las prisiones oficiales, pues los policías abusan de los presos, por ejemplo, privándoles de las comidas, para lograr confesiones. Resumiendo, si un japonés, anónimo, declara que le molesta tu presencia, la policía te puede meter, sin cargos, en prisión, sin apoyo legal y sin comunicación con el exterior, durante más de tres semanas. En octubre del 2006, los horarios de las líneas de denuncia de extranjeros, fueron ampliados para que incluyeran sábados, domingos y fiestas nacionales. Así nos pueden denunciar sin esperar al lunes.
- Para la gestión de numerosos trámites en Japón, desde renovar un visado a comprar un coche, pasando por alquilar una casa, se requiere la presencia de un garante. ¿Qué es un garante según Japón? Pues una persona japonesa -los garantes no japoneses no son admitidos- que responda por ti. Esa respuesta va, desde los casos más someros, -por ejemplo para alquilar un piso-, declarando que eres una persona de fiar, hasta los más graves, como los de inmigración, en los que ese garante se responsabiliza económicamente de lo que vayas a hacer en el país. Es decir, que si te tienen que deportar, lo paga esa persona; y si es por robar una joyería, también lo paga esa persona. Hasta aquí parece algo razonable, en el sentido de que suena a medida de seguridad cara al país. En la realidad, un garante es la comprobación de un japonés, el que sea, de que otro japonés, dice que eres guay. Eso significa que, aunque tú seas Donald Trump, en Japón no puedes alquilar un piso a menos que un japonés, aunque sea un violador reincidente convicto, diga que molas. Pero en temas de visado -ahora hablaremos de los requisitos para conseguir, por ejemplo, un visado permanente en Japón-, significa que él paga por los platos rotos. En un país en el que 9 de cada 10 personas prefieren que no estés ahí, en el que te tienen miedo y manía simplemente por no haber nacido allí, imaginaos lo fácil que es conseguir que alguien acepte ser tu garante. Es extraordinariamente complicado. Nadie quiere ser el primer japonés que se responsabilice de ti. Y si no tienes garante, es virtualmente imposible extender tu visado, alquilar una casa o abrirte una cuenta bancaria (mis agradecimientos eternos a Hirose-sama y a Sato-chan por haber aceptado ser los míos en diferentes ocasiones). Conozco un caso, la única persona que he visto que ha logrado, no el permiso de residencia permanente, sino la nacionalidad japonesa -lo cual es inaudito-, que, siendo oficialmente japonés, llevando más de 30 años viviendo en el país, con hijos en la universidad, esposa, etc, profesor de la policía de Tokyo, tenía que presentar un garante para comprarse un coche. Da igual que tu pasaporte diga que eres japonés, sigues necesitando un japonés que diga que puedes comprarte un coche porque eres buena gente. No es difícil imaginarse lo quemados que tiene este tema a todos los extranjeros del país. Puedes llevar 40 años pagando impuestos en ese país, ser multimillonario y tener nietos japoneses. Nada de eso es comparable con que un vagabundo japonés hable bien de ti. Así de injusto es este país.
- Recientemente, un portavoz de la policía de Tokyo apareció en televisión recomendando a los ciudadanos que si veían a 3 o más gaijines juntos por la calle, de aspecto "sospechoso" y sin hablar japonés -gran detalle-, llamaran a la policía, para que fueran a investigarlo... Esto en cualquier país del mundo se montaría un escándalo, por razones más que obvias. Se ve que un cónclave de tres o más extranjeros es razón suficiente para temer lo peor, y está justificada su denuncia.
- Independientemente de que los gaijines -no importa el estado de residencia en el país-, estamos obligados a ir identificados -mientras que los japoneses no-, ir caminando por la calle por la noche, es motivo suficiente como para que la policía nos pare y nos pida la documentación, lo cual sucede extraordinariamente a menudo. Yo, acostumbrado a dar largos paseos nocturnos por Tokyo, era detenido por agentes para comprobar mi identidad noche sí y noche también. De la misma manera, si vamos en bici, somos inmediatamente sospechosos de haberla robado, así que conviene llevar los papeles de la bici -imaginad cuántos japoneses los llevan consigo-, porque nos paran continuamente por ello. Luego trataremos las denuncias de los vecinos.
- Japón, a día de hoy, es el único país desarrollado sin ningún tipo de ley que prohíba la discriminación racial (lo cual también viola el artículo 14 de la Constitución Japonesa). Japón llevó a cabo la Convención de las Naciones Unidas contra la Discriminación Racial (CERD) en 1996, donde prometió tomar todas las medidas efectivas para la eliminación de cualquier forma de discriminación racial "sin dilación". No parece que lo consiguieran, pues en 1999 comenzó el caso de Ana Bortz, una ciudadana brasileña que fue expulsada de una joyería por el simple hecho de ser extranjera, en cuya sentencia se especificó que los extranjeros están protegidos tanto por la Constitución Japonesa como por los tratados internacionales (específicamente por el CERD) ante la ausencia de leyes domésticas. Tampoco da la sensación que esa nueva sentencia cambiara nada. Varios amigos míos, residentes en Japón, me han comentado que la expulsión -siempre de manera no violenta- de distintos locales públicos es una toma común. Lo trataremos más adelante.
¿Otra comprobación? ¡No sé, debe ser algo en mi cara! |
Mr. James, o un gaijin a los ojos de un japonés. Es curiosa la similitud con cómo se les ve a ellos en el extranjero. |
Otras críticas recibidas por Debito son, del Washington Post, que le describe como un "Hombre enojado"; como un "infatigable agitador social" por el Asahi Shinbun; como "un camorrista en un país que valora el wa, la armonía del grupo, sobre cualquier otra cosa" por la National Public Radio, "que ve las cosas en blanco y negro" y que "está más interesado en atacar Japón y su gente que en luchar contra los estereotipos y la injusticia", por parte del profesor asociado en la Gifu Shotoku Gakuen University, John Spiri; además de numerosas críticas de blogueros, columnistas, autores de libros sobre Japón, y por supuesto, su ex-mujer, Sugawara Ayako; que se divorció de él cuando empezó a litigiar contra el gobierno de su país cuando no dejaban entrar a su hija pequeña a un local por parecer extranjera.
Ésas son algunas de las lindezas que recibe quizás el mayor luchador -de unos pocos- por los derechos básicos de los gaijines en el país que a todo el mundo encanta. Como anunciábamos en la presentación del artículo anterior, meterse con Japón no sólo no está de moda, sino que, además, te van a poner fino.
Podríamos seguir enunciando ejemplos de la política oficial del gobierno japonés con respecto a los extranjeros, pero como decíamos antes, hay una doble vertiente: la oficial, y la de la gente llana. La xenofobia institucionalizada, y la de a pie de calle. En ningún país desarrollado podríamos observar carteles como estos sin que inmediatamente surgieran voces protestando contra ellos y un gobierno penalizando a los locales que los colgaran. Sin embargo, en el país del sol naciente, surgen como setas ante el silencio generalizado, incluido el de los desamparados extranjeros:
(Éste último me tiene fascinado. Cuando entienda lo que dice, juro postearlo)
Y es que aquí tenemos que entender que, más allá de las decisiones del gobierno, es en la calle donde nos vamos a encontrar más muestras de rechazo y presión. Los ejemplos son tan numerosos que es imposible más que hacer mención de algunos de los más comunes. Parte de los que voy a mencionar los he experimentado yo mismo en mis carnes, otros son vivencias de otras personas que en numerosas ocasiones me han ido transmitiendo, y de cuya veracidad respondo.
Uno de los métodos más sencillos de observar actitudes negativas hacia nosotros es montar en tren, lo cual, siendo la forma de transporte por excelencia en las grandes ciudades, es tan habitual como que se hace varias veces a diario. Todo extranjero ha sido testigo de las numerosas ocasiones en la que se sorprende uno comprobando que los sitios a ambos lados suyos permanecen vacíos. Incluso en trenes en hora punta, donde la gente se hacina como en latas de sardina, si uno tiene la suerte de hallar asiento, verá que muy a menudo está ocupando tres en realidad, ya que nadie se va a sentar a su lado. No importa el aspecto, que vayas de traje, afeitadito y oliendo a rosas. No se sientan. Eso sí, según te levantas porque llega tu parada, ves que tres japoneses se abalanzan para ocupar los huecos. No pasa siempre, ni mucho menos -también he ido con la cabeza de dos japoneses apoyados cómodamente en cada uno de mis hombros, mientras hacían el deporte favorito nipón: dormir en el tren-, pero sí a menudo. Al menos lo suficientemente como para que no sea una anécdota aislada, ni mucho menos. Todos lo hemos vivido varias veces.
En casos más exagerados, como el que le pasó a un amigo mío, en un tranvía casi vacío, al despertarse una señora y darse cuenta de que él, gaijin y feo como es, estaba sentado frente a ella, tras mostrar en un segundo todo el pánico y el horror en su rostro, se levantó corriendo para bajarse. Recuerdo que aquel día, mi amigo me escribió un mail, verdaderamente deprimido y desesperado con las afrentas que todos los días debe soportar. En mi caso, en una ocasión recuerdo que un grupo de cuatro chicas, bastante elegantes, se sentaron cuando, tras pasar por una estación importante, varios sitios se quedaron vacíos. En realidad, tres de ellas lo hicieron, pero el cuarto sitio estaba a mi lado -yo iba de traje, con mi maletín-, así que la última joven se quedó de pie junto a una amiga. La que estaba sentada le señaló con la cara el hueco libre que había, para que hiciera lo propio, y la otra, negó rápidamente con la cabeza y dijo con un volumen perfectamente audible: Kowai, que es la palabra que usan para expresar que algo les da miedo. Por encima de lo insultante que resultó la situación -permaneció como la única persona de pie en todo el vagón, habiendo un sitio a un metro de ella-, lo verdaderamente ofensivo es que no tuvo problema en expresar la razón en voz alta, segura de que como era extranjero no iba a entender lo que decía. Y no es que la palabra fuera complicada, ni la frase larga. Es lo mismo que considerarme maloliente e idiota en un solo gesto. Por supuesto, de las opciones de reacción que yo tenía, elegí la que pudiera resultarle más humillante. Me levanté y le dije con mi mejor japonés que no tuviera miedo, que no pasaba nada, que se sentara, y me quedé de pie tras ofrecerle mi sitio. Inmediatamente se puso roja como un tomate, y tanto ella como la amiga se pusieron a hacer reverencias y a darme las gracias. Se sentó y yo terminé el viaje de pie, cornudo y apaleado.
Otra manera muy fácil de percibir estas cosas es tratando con el servicio. Vale, estamos de acuerdo, el japonés medio no habla ningún inglés y el gaijin medio habla muy poco japonés, lo cual les pone extremadamente nerviosos -recuerdo mi amigo Rolando y yo, yendo a una taquilla a comprar unos billetes de autobús en Otaru, Hokkaido, que cuando la dependienta vio a dos gaijines acercándose, ni corta ni perezosa, bajó la persiana delante nuestro, y no fue hasta que le pedí repetidamente en japonés que la abriera, que sólo queríamos unos billetes, cuando nos atendió-. Hay incluso japoneses que se bloquean tanto con el hecho de tener en frente un gaijin, que aunque tú les estés hablando en su idioma, te intentan contestar en inglés, hasta tener que pedirles que lo hagan en japonés, que los entiendes más. Nada de eso tiene que ver con la xenofobia; si acaso, con los nervios y la timidez. Sin embargo, en muchas ocasiones, especialmente cuando vas acompañado de nativos, es fácil observar que, por muy bien que les estés pidiendo las cosas en japonés, no te contestan ni preguntan a ti, sino a tu acompañante. Se da el estúpido juego en que le preguntan qué vas a tomar a la otra persona, le contestas tú qué es lo que quieren, y le vuelven a preguntar al acompañante sobre si lo quieres, digamos, muy hecho o poco hecho. Aquí no hay nervios ni timidez alguna. Cuando llamas la atención, no tienen problema en dirigirse a ti, aunque como le ha pasado a alguno que conozco, entonces han tenido problemas con la/el acompañante... Esto pasa porque, como hemos dicho antes, un japonés, siempre va a defender a otro japonés, independientemente de la relación que tenga contigo, y de lo flagrante que sea el acto del otro.
La lista de ejemplos, como decía, sería inacabable. Todo el mundo que conozco tiene muchas historias. Desde el que le acuchillan las ruedas de su bici, una vez tras otra, mientras las de las bicis colindantes resultan indemnes, hasta el que en una tienda se niegan a venderle un traje, ni mucho menos a tomarle medidas. A un amigo y a mí nos echaron de un ryoukan en el que sólo se alojaban japoneses, cuando vino el dueño y vio que había dos gaijines -la que nos hizo el check-in era una abuelilla, probablemente la madre del susodicho- mintiéndome a la cara, diciéndome que ese día el hotel cerraba por "descanso", mientras miraba para otro lado cuando le preguntaba por el calzado de todos los huéspedes, aglomerado en la entrada del mismo. A mi amigo F.A. si se equivocaba en los días en los que tenía que sacar la basura -el sistema de recogidas es tan complejo que hay manuales para entenderlo- algún amable vecino traía la bolsa de basura de vuelta al edificio y se la rompían y desperdigaban en la puerta de su casa. A otro amigo, A.D, le venía la policía cada vez que permanecía esperando en la puerta de la casa de su novia, y ésta se retrasaba un poco en salir. Como decimos P.R y yo, en Japón siempre hay un visillo abierto y un teléfono descolgado, hagas lo que hagas.
Por desgracia, lo peor que te puede pasar en una situación de éstas, es protestar demasiado enérgicamente, o intentar acudir a la policía. Tenemos todas las de perder, ya que siempre se van a apoyar entre ellos, y porque recordemos que nosotros siempre estamos bajo sospecha y/o amenaza de denuncia. Es cierto que en Japón, en líneas generales, se vive tranquilamente, pero buena parte de ello es porque decidimos ignorar la mayoría de esos comportamientos y actitudes hacia nosotros. Un inmigrante, en su continua pelea por conseguir un visado de trabajo, es inmediatamente expulsado del país si tiene cualquier problema con la policía, así que cualquiera que vive allí sabe que más le conviene no perder el juicio y enfrentarse a algún salado de estos que te expulsa de su tienda o de su hotel por el mero hecho de no ser nacido en sus islas. Y a la policía ya la tratamos lo suficiente cada vez que nos pide la documentación o los papeles de la bicicleta como para querer verla más. Pero da igual, hagamos lo que hagamos, siempre va a haber un ciudadano comprometido, dispuesto a denunciarnos anónimamente, y en el fondo es comprensible, y es que parte del mensaje que se da siempre a la población nipona es que gaijin= criminal. La hipocresía de la mentalidad general japonesa, que busca una excusa autogratificante o falsamente humilde para todo comportamiento xenófobo que tengan -la respuesta oficial de por qué no se sientan junto a nosotros en el tren es por miedo a no ser capaz de ayudar convenientemente si el gaijin pregunta algo en inglés, o la de que el gaijin, aunque vaya de traje y sin maleta, debe estar cansado tras un viaje tan largo desde su país y se le deja más espacio para descansar y estar más cómodo, entre muchos otros ejemplos-, que calla la existencia -y niega la enorme influencia- de la yakuza en Japón, o de las otras mafias, porque eso significaría reconocer su falta de control sobre ellas, es capaz de volcar las culpas de toda la delincuencia en los extranjeros. En este tema entraremos ampliamente en el próximo post, sobre la sociedad del miedo.
En cualquier país occidental hay disturbios y protestas por los supuestos aumentos de delincuencia causados por la entrada de extranjeros. Y en muchos casos, no sin razón, pues a menudo aparecen individuos carentes de escrúpulos, que vienen de países donde la vida de una persona vale menos que el dinero que lleva en la cartera un ciudadano del primer mundo. La vía de florecimiento del inmigrante siempre es complicada, y algunos constantemente intentan encontrar un atajo para ello. Pero en occidente, a día de hoy, hay siempre un considerable intento de no extender la culpa del aumento de la criminalidad a todos los extranjeros, pues se sabe que la mayoría siempre es inocente. Si no, sería una caza de brujas, y las épocas en las que se ha hecho esto -incluso las más recientes, del siglo XX- empiezan a estar confortablemente alejadas en el tiempo. Por supuesto, ciertos grupos sociales -con mayor o menor culpa- van a sufrir más aversión que otros, pues el racismo es algo que aún estamos muy lejos de eliminar, pero en cualquier caso, nunca se extiende a la totalidad de los extranjeros de un país. En España puede haber problemas con el colectivo rumano, pero todos conocemos a alguno o más de uno, que vive feliz aquí. Es decir, seguro que tienen más dificultades para encontrar trabajo que otras nacionalidades, pero no se les acusa de la criminalidad del país. Cuando sucedió el 11-M en Madrid, en las fechas posteriores hubo tensión con la población musulmana en España, pero nadie salió a la calle a pedir por la expulsión de todos. En el próximo post veremos que en Japón, sí. En occidente estamos muy lejos de ser perfectos, y aún nos queda mucho camino por recorrer. Sin embargo, parte de nuestra libertad de pensamiento y capacidad autocrítica radica en el hecho de que, por ejemplo, Europa es un continente avergonzado. Avergonzado de su riqueza, de su bienestar. Las mayores donaciones se hacen desde Europa, la mayor población inmigrante del mundo de países subdesarrollados está en Europa. Y aún así nos negamos a ver estos hechos y seguimos considerándonos racistas e insolidarios. Y así debe ser, porque así lograremos dejar de serlo por completo, tanto lo uno como lo otro. Me gustaría ver si Japón tiene tal capacidad de autocriticarse, y si la población japonesa llega alguna vez a tildarse de xenófoba e insolidaria. Espero llegar a presenciar esto, aunque no albergo demasiada esperanza sobre ello.
Y recordemos: Siempre nos podrán dar una excusa de que todo lo hacen por nuestro bien o porque no son lo suficientemente buenos, pero no nos olvidemos de que, en realidad, no nos quieren a ninguno de nosotros allí.
Gracias por leernos. El próximo post: La sociedad del miedo.
(continúa en el siguiente artículo)
Igor Yglesias-Palomar Bermejo.
Y es que aquí tenemos que entender que, más allá de las decisiones del gobierno, es en la calle donde nos vamos a encontrar más muestras de rechazo y presión. Los ejemplos son tan numerosos que es imposible más que hacer mención de algunos de los más comunes. Parte de los que voy a mencionar los he experimentado yo mismo en mis carnes, otros son vivencias de otras personas que en numerosas ocasiones me han ido transmitiendo, y de cuya veracidad respondo.
Uno de los métodos más sencillos de observar actitudes negativas hacia nosotros es montar en tren, lo cual, siendo la forma de transporte por excelencia en las grandes ciudades, es tan habitual como que se hace varias veces a diario. Todo extranjero ha sido testigo de las numerosas ocasiones en la que se sorprende uno comprobando que los sitios a ambos lados suyos permanecen vacíos. Incluso en trenes en hora punta, donde la gente se hacina como en latas de sardina, si uno tiene la suerte de hallar asiento, verá que muy a menudo está ocupando tres en realidad, ya que nadie se va a sentar a su lado. No importa el aspecto, que vayas de traje, afeitadito y oliendo a rosas. No se sientan. Eso sí, según te levantas porque llega tu parada, ves que tres japoneses se abalanzan para ocupar los huecos. No pasa siempre, ni mucho menos -también he ido con la cabeza de dos japoneses apoyados cómodamente en cada uno de mis hombros, mientras hacían el deporte favorito nipón: dormir en el tren-, pero sí a menudo. Al menos lo suficientemente como para que no sea una anécdota aislada, ni mucho menos. Todos lo hemos vivido varias veces.
En casos más exagerados, como el que le pasó a un amigo mío, en un tranvía casi vacío, al despertarse una señora y darse cuenta de que él, gaijin y feo como es, estaba sentado frente a ella, tras mostrar en un segundo todo el pánico y el horror en su rostro, se levantó corriendo para bajarse. Recuerdo que aquel día, mi amigo me escribió un mail, verdaderamente deprimido y desesperado con las afrentas que todos los días debe soportar. En mi caso, en una ocasión recuerdo que un grupo de cuatro chicas, bastante elegantes, se sentaron cuando, tras pasar por una estación importante, varios sitios se quedaron vacíos. En realidad, tres de ellas lo hicieron, pero el cuarto sitio estaba a mi lado -yo iba de traje, con mi maletín-, así que la última joven se quedó de pie junto a una amiga. La que estaba sentada le señaló con la cara el hueco libre que había, para que hiciera lo propio, y la otra, negó rápidamente con la cabeza y dijo con un volumen perfectamente audible: Kowai, que es la palabra que usan para expresar que algo les da miedo. Por encima de lo insultante que resultó la situación -permaneció como la única persona de pie en todo el vagón, habiendo un sitio a un metro de ella-, lo verdaderamente ofensivo es que no tuvo problema en expresar la razón en voz alta, segura de que como era extranjero no iba a entender lo que decía. Y no es que la palabra fuera complicada, ni la frase larga. Es lo mismo que considerarme maloliente e idiota en un solo gesto. Por supuesto, de las opciones de reacción que yo tenía, elegí la que pudiera resultarle más humillante. Me levanté y le dije con mi mejor japonés que no tuviera miedo, que no pasaba nada, que se sentara, y me quedé de pie tras ofrecerle mi sitio. Inmediatamente se puso roja como un tomate, y tanto ella como la amiga se pusieron a hacer reverencias y a darme las gracias. Se sentó y yo terminé el viaje de pie, cornudo y apaleado.
Otra manera muy fácil de percibir estas cosas es tratando con el servicio. Vale, estamos de acuerdo, el japonés medio no habla ningún inglés y el gaijin medio habla muy poco japonés, lo cual les pone extremadamente nerviosos -recuerdo mi amigo Rolando y yo, yendo a una taquilla a comprar unos billetes de autobús en Otaru, Hokkaido, que cuando la dependienta vio a dos gaijines acercándose, ni corta ni perezosa, bajó la persiana delante nuestro, y no fue hasta que le pedí repetidamente en japonés que la abriera, que sólo queríamos unos billetes, cuando nos atendió-. Hay incluso japoneses que se bloquean tanto con el hecho de tener en frente un gaijin, que aunque tú les estés hablando en su idioma, te intentan contestar en inglés, hasta tener que pedirles que lo hagan en japonés, que los entiendes más. Nada de eso tiene que ver con la xenofobia; si acaso, con los nervios y la timidez. Sin embargo, en muchas ocasiones, especialmente cuando vas acompañado de nativos, es fácil observar que, por muy bien que les estés pidiendo las cosas en japonés, no te contestan ni preguntan a ti, sino a tu acompañante. Se da el estúpido juego en que le preguntan qué vas a tomar a la otra persona, le contestas tú qué es lo que quieren, y le vuelven a preguntar al acompañante sobre si lo quieres, digamos, muy hecho o poco hecho. Aquí no hay nervios ni timidez alguna. Cuando llamas la atención, no tienen problema en dirigirse a ti, aunque como le ha pasado a alguno que conozco, entonces han tenido problemas con la/el acompañante... Esto pasa porque, como hemos dicho antes, un japonés, siempre va a defender a otro japonés, independientemente de la relación que tenga contigo, y de lo flagrante que sea el acto del otro.
La lista de ejemplos, como decía, sería inacabable. Todo el mundo que conozco tiene muchas historias. Desde el que le acuchillan las ruedas de su bici, una vez tras otra, mientras las de las bicis colindantes resultan indemnes, hasta el que en una tienda se niegan a venderle un traje, ni mucho menos a tomarle medidas. A un amigo y a mí nos echaron de un ryoukan en el que sólo se alojaban japoneses, cuando vino el dueño y vio que había dos gaijines -la que nos hizo el check-in era una abuelilla, probablemente la madre del susodicho- mintiéndome a la cara, diciéndome que ese día el hotel cerraba por "descanso", mientras miraba para otro lado cuando le preguntaba por el calzado de todos los huéspedes, aglomerado en la entrada del mismo. A mi amigo F.A. si se equivocaba en los días en los que tenía que sacar la basura -el sistema de recogidas es tan complejo que hay manuales para entenderlo- algún amable vecino traía la bolsa de basura de vuelta al edificio y se la rompían y desperdigaban en la puerta de su casa. A otro amigo, A.D, le venía la policía cada vez que permanecía esperando en la puerta de la casa de su novia, y ésta se retrasaba un poco en salir. Como decimos P.R y yo, en Japón siempre hay un visillo abierto y un teléfono descolgado, hagas lo que hagas.
Los gaijines vistos por la señora Nakamura (87 años) |
Por desgracia, lo peor que te puede pasar en una situación de éstas, es protestar demasiado enérgicamente, o intentar acudir a la policía. Tenemos todas las de perder, ya que siempre se van a apoyar entre ellos, y porque recordemos que nosotros siempre estamos bajo sospecha y/o amenaza de denuncia. Es cierto que en Japón, en líneas generales, se vive tranquilamente, pero buena parte de ello es porque decidimos ignorar la mayoría de esos comportamientos y actitudes hacia nosotros. Un inmigrante, en su continua pelea por conseguir un visado de trabajo, es inmediatamente expulsado del país si tiene cualquier problema con la policía, así que cualquiera que vive allí sabe que más le conviene no perder el juicio y enfrentarse a algún salado de estos que te expulsa de su tienda o de su hotel por el mero hecho de no ser nacido en sus islas. Y a la policía ya la tratamos lo suficiente cada vez que nos pide la documentación o los papeles de la bicicleta como para querer verla más. Pero da igual, hagamos lo que hagamos, siempre va a haber un ciudadano comprometido, dispuesto a denunciarnos anónimamente, y en el fondo es comprensible, y es que parte del mensaje que se da siempre a la población nipona es que gaijin= criminal. La hipocresía de la mentalidad general japonesa, que busca una excusa autogratificante o falsamente humilde para todo comportamiento xenófobo que tengan -la respuesta oficial de por qué no se sientan junto a nosotros en el tren es por miedo a no ser capaz de ayudar convenientemente si el gaijin pregunta algo en inglés, o la de que el gaijin, aunque vaya de traje y sin maleta, debe estar cansado tras un viaje tan largo desde su país y se le deja más espacio para descansar y estar más cómodo, entre muchos otros ejemplos-, que calla la existencia -y niega la enorme influencia- de la yakuza en Japón, o de las otras mafias, porque eso significaría reconocer su falta de control sobre ellas, es capaz de volcar las culpas de toda la delincuencia en los extranjeros. En este tema entraremos ampliamente en el próximo post, sobre la sociedad del miedo.
La maravillosa revista Gaijin Hanzai, en la que narran crímenes cometidos por gaijines. |
En cualquier país occidental hay disturbios y protestas por los supuestos aumentos de delincuencia causados por la entrada de extranjeros. Y en muchos casos, no sin razón, pues a menudo aparecen individuos carentes de escrúpulos, que vienen de países donde la vida de una persona vale menos que el dinero que lleva en la cartera un ciudadano del primer mundo. La vía de florecimiento del inmigrante siempre es complicada, y algunos constantemente intentan encontrar un atajo para ello. Pero en occidente, a día de hoy, hay siempre un considerable intento de no extender la culpa del aumento de la criminalidad a todos los extranjeros, pues se sabe que la mayoría siempre es inocente. Si no, sería una caza de brujas, y las épocas en las que se ha hecho esto -incluso las más recientes, del siglo XX- empiezan a estar confortablemente alejadas en el tiempo. Por supuesto, ciertos grupos sociales -con mayor o menor culpa- van a sufrir más aversión que otros, pues el racismo es algo que aún estamos muy lejos de eliminar, pero en cualquier caso, nunca se extiende a la totalidad de los extranjeros de un país. En España puede haber problemas con el colectivo rumano, pero todos conocemos a alguno o más de uno, que vive feliz aquí. Es decir, seguro que tienen más dificultades para encontrar trabajo que otras nacionalidades, pero no se les acusa de la criminalidad del país. Cuando sucedió el 11-M en Madrid, en las fechas posteriores hubo tensión con la población musulmana en España, pero nadie salió a la calle a pedir por la expulsión de todos. En el próximo post veremos que en Japón, sí. En occidente estamos muy lejos de ser perfectos, y aún nos queda mucho camino por recorrer. Sin embargo, parte de nuestra libertad de pensamiento y capacidad autocrítica radica en el hecho de que, por ejemplo, Europa es un continente avergonzado. Avergonzado de su riqueza, de su bienestar. Las mayores donaciones se hacen desde Europa, la mayor población inmigrante del mundo de países subdesarrollados está en Europa. Y aún así nos negamos a ver estos hechos y seguimos considerándonos racistas e insolidarios. Y así debe ser, porque así lograremos dejar de serlo por completo, tanto lo uno como lo otro. Me gustaría ver si Japón tiene tal capacidad de autocriticarse, y si la población japonesa llega alguna vez a tildarse de xenófoba e insolidaria. Espero llegar a presenciar esto, aunque no albergo demasiada esperanza sobre ello.
Y recordemos: Siempre nos podrán dar una excusa de que todo lo hacen por nuestro bien o porque no son lo suficientemente buenos, pero no nos olvidemos de que, en realidad, no nos quieren a ninguno de nosotros allí.
¡Mr. James os dice adiós! |
Gracias por leernos. El próximo post: La sociedad del miedo.
(continúa en el siguiente artículo)
Igor Yglesias-Palomar Bermejo.
Hola! De nuevo muy interesante el artículo. No tenía ni idea de lo de Fujimura... Madre mía qué triste...
ResponderEliminarComo en el artículo anterior, en general comparto los sentimientos que expresas. Aunque si la gente me deja comentar sin empezar a insinuar que vivo en la inopia y que no me entero de nada de lo que pasa a mi alrededor, me gustaría añadir mi granito de arena.
1. Acerca de que los japoneses no se sienten a mi lado en el tren, yo no lo he vivido. Pero sí que lo he visto en varias ocasiones cuando iba con amigos suecos. Yo imagino que al ser más grandes, intimidan más, y yo al ser canijo y delgado, no acojono a nadie... Recuerdo además mi época en la que me tragaba toda la KeihinTohoku desde Saitama a Oimachi que muchas señoras se sentaban a mi lado y me preguntaban de donde era y cosas así. Y los salary men borrachos a veces venían a darme la mano. Casi preferiría que me dejaran un hueco, pq muchos, de noche, huelen bastante mal... >_<
2. No es exactamente cierto que necesites 10 años para conseguir el visado permanente (el 永住権). Con haber trabajado durante 5 años seguidos en Japón es suficiente. Si eres estudiante o investigador, entonces necesitas haber vivido 10 años, y demostrar tus méritos académicos. Como en todas las normas absurdas japonesas, estas 2 cosas no se pueden mezclar, y si como en mi caso, has vivido 10 años aquí, pero 6 de estudiante, tampoco te la dan, porque o aplicas por la vía laboral de 5 años, o por la otra. En mi caso tuve que esperar a cumplir pues los 11 años. Pero amigos que vinieron exactamente en la misma fecha que yo, y que se pusieron a trabajar antes, ya tenían el visado permanente desde hace años. De entre ellos, un amigo de indonesia ya incluso se ha nacionalizado japonés. Tiene pasaporte japonés sin haberse casado ni nada...
3. Lo del garante (aval) por regla general es como dices, pero que no se piense la gente que te lea que es la única forma de alquilar un piso o pedir un crédito! Para alquilar un piso lo primero que hay que decirle a la inmobiliaria es que sólo te busque pisos en los que acepten como garante a una empresa aseguradora. Hay que pagar un seguro, pero es mejor eso que depender de nadie. Hay veces que aún así te piden una persona de contacto por si te pasa algo, que tengan a quien preguntar qué hacer con tus trastos (緊急連絡先). En el anterior piso me pedían que fuera japonés, y en mi actual piso tenía que ser por narices alguien de mi familia, no valía un contacto japonés, y tuve que dar el teléfono de mi madre, y la llamaron! De chiste... En fin...
Acerca de los créditos, depende del banco, pero en general te piden que tengas el visado permanente y un sueldo fijo. No necesitas aval. Es así por ejemplo en Mizuho. Pero si vas a City Bank, creo que no necesitas el visado permanente.
4. Dices que hay excepciones, como si fueran caso a no tener en cuenta. Pero si como dices en tus datos, estamos hablando de un 20% de japoneses que no son racistas, eso son 24 millones de personas, más de la mitad de la población de España. Yo los tendría en cuenta. No sabemos como estarían distribuidos, pero por lo general las grandes ciudades suelen ser más cosmopolitas y tolerantes, por lo que es posible que viviendo en Tokyo nos encontremos en repetidas ocasiones con gente no simplemente cordial, sino además maja de verdad.
5. El tema de "hacerse el sordo" e ignorar a japoneses realmente racistas o estúpidos, por suerte es bastante sencillo, porque como tú dices no son violentos. Hay quien no puede vivir feliz por el convencimiento de que sus vecinos le odian aunque le sonrían, pero yo a veces personalmente prefiero que esa gente con la que no tengo nada que ver me odie pero me sonría, que no que la mayoría de vecinos me quieran mucho pero 4 gilipollas me estén insultando cada vez que me ven por la escalera (en España, insisto, hay 4 idiotas que arman mucho ruido y con los que se hace difícil convivir...)
Antes de que vuelvan a atacar por aquí tus seguidores, vuelvo a insistir que no digo que estés contando mentiras ni nada, y que las cosas son más o menos como cuentas. Tampoco quiero ir de defensor a muerte de Japón. En blogs de amor ciego a Japón, me pongo a matizar precisamente con cosas como las que escribes. Y aquí también sólo pretendo matizar algunos puntos, porque como el tema de Debito, las cosas no son o blanco o negro. La sociedad está llena de matices de muchos colores.
EliminarHola Cotaku. Gracias de nuevo por estar por aquí.
EliminarJajaja, creo que exageras un poco en lo de "mis seguidores", sólo fue otro visitante casual como tú, a quien no conozco. También hubo un tercero que te dio la razón a ti. No hay tal horda de seguidores amenazando al que me lleve la contraria... :D
A ver, te respondo punto por punto, vale?
1) Bueno, como dije, no es algo que pase siempre, pero sí algo lo suficientemente común como para que todos lo hayamos notado. Me sorprende que a alguien no le haya pasado nunca, pero en cualquier caso, lo has visto. Como digo, yo también he tenido salary men sobados encima, pero normalmente eso pasa en los ultimísimos trenes. Creo que a esas horas, entre el sueño y el pedal que llevan, ya les da igual todo... ;)
2)También me sorprende lo que dices de la nacionalidad. Yo personalmente sólo he conocido a una persona que la tenía, y tras cumplir una serie de condiciones y requisitos que se lo habrían valido a cualquiera muchos años antes en cualquier otro país. De hecho conozco muchísimos inmigrantes que la tienen en España. Lo de los años trabajando o investigando, lo miraré de nuevo. En mis tiempos allí eran 10 años trabajando, aunque puede que lo hayan rebajado -a nivel nominal, seguro, porque luego eso te lo tienen que conceder, como bien sabes-. En cualquier caso, esa norma de no permitir mezclar no es en absoluto absurda. Es buena mezcla de lo que afirmo en el post, y es que intentan poner las cosas complicadas a propósito.
3)Mira, lo de pedir el crédito es una de las cosas que quise comentar en el post y luego se me olvidó... son tantas! Cuando solicité el gaijin toroku, me obligaban a tener una cuenta en un banco japonés, pero no me la dejaban hacer sin tener un visado de trabajo, que no me daban sin el primer requisito... en fin, una delicia. Que si el hankou, que si su puta madre. Respecto a los pisos, ignoro qué condiciones tenías al solicitar los alquileres, pero tanto a mí como a mis amigos solteros allí, nos han pedido SIEMPRE un garante para poder entrar en una casa. Y ellos están, como tú, establecidos allí con sus curros etc, hoy por hoy, y se lo siguen pidiendo. Imagino que esas condiciones cambiarán si estás casado -con una japonesa, vamos- o según el tipo de empresa que trabajes, porque en ese caso, tanto la empresa como tu mujer se convierten en tus garantes. Insisto en que no sé tu caso, cuento los que conozco.
4)Creo que estás confundiendo un término. En una revista, entre el 80% y el 90% declaraban eso, que no es lo mismo que entre el 20% y el 10% de la población -siguen siendo unas cifras ridículas- no sean racistas. Significa que entre uno y dos de cada diez NO han declarado que prefirieran que no haya extranjeros en Japón. En las encuestas sobre racismo siempre hay que tener en cuenta el porcentaje de los que no se atreven a decirlo, por miedo al "qué dirán". Pasa lo mismo con otros muchos tipos de encuestas. Por ejemplo si preguntaras quién tiene fantasías homosexuales, puedes contar con que los que te lo reconozcan no estén mintiendo, pero no con que los que no te lo reconozcan sea porque realmente no las tienen. De ahí habrá que extraer el verdadero porcentaje de los que no sean racistas, que seguro que será mucho menor. Además, no entiendo que me hables de los millones que supone eso. Son 24 millones, bien. ¿Y qué? Siguen siendo el 20% si tomamos el dato más optimista. 1 de cada 5 no le importa que estés ahí. Menos mal. También son 3 veces los habitantes de Suecia y la conclusión sigue siendo la misma: Suecia como país tiene muy poca xenofobia, y Japón, como país, tiene muchísima. También podríamos haber dicho que es casi la población del área metropolitana de Tokyo, que da igual, esas personas vivien mezcladas entre 5 y 9 veces más que lo son... Y ya te digo, contando con que esos datos fueran verídicos.
5) Totalmente de acuerdo. Puestos a que te odien, mucho mejor que te sonrían. Nada en contra.
A ver, por supuesto que tengo en cuenta la gente que no es así. Por eso hago un apartado explicando que no existe ninguna generalidad que se pueda aplicar a la totalidad de un grupo humano, y que he conocido y quiero a mucha gente de allí. En contra de lo que parece, mi intención no es descalificar Japón -puedes mirar en este mismo blog, que tengo algunos artículos sobre la animación japonesa, Miyazaki y Madama Butterfly, en los que expreso mi amor por el país-. Esto es una protesta sobre ciertas mentiras que se van manteniendo, soportadas por un oscurantismo gubernamental, y por el fanatismo de mucha gente, que prefieren ignorar las cosas que no les gustan, o porque no les conviene o porque no se enteran, y que están animando a mucha gente a irse a un sitio que no es, ni mucho menos, como se lo están pintando. Estoy seguro de que estás de acuerdo en esto. Mi intención es que sepan el percal sobre muchas cosas que se van a encontrar, porque gente que diga que en Japón todo es maravilloso, seguro que se han encontrado cien mil. Gente que les diga, ¡Ojo, que te vas a encontrar con esto! hay muchos menos.
EliminarEn fin, que más que una respuesta, esto ya es un post. Que gracias, y espero que sigamos charlando en futuros posts!
2) No "puede ser". Es. Puedes llamar a inmigración en Shinagawa y te lo explicarán más o menos detalladamente según con el humor con que los pilles. Y por lo menos es así desde hace 10 años.
Eliminar3) A no ser que vayas a ciertos complejos de apartamentos para familias en las afueras, es cierto que siempre te piden un aval/garante. Pero lo que decía es que ese aval no hace falta que sea una persona física, puede ser una aseguradora, una 保証会社. Me he mudado 5 veces (soltero) y nunca le he tenido que pedir a nadie que me avalara. He pagado un plus para esa HoshoGaisha, y ya está. Lo que algunos dueños no aceptan HoshoGaisha, por eso decía que cuando voy a buscar piso ya les digo a los de la inmobiliaria que sólo me muestren pisos en los que acepten HoshoGaisha. Una amiga española trabajaba en una inmobiliaria y creo recordar que habían bastantes pisos que aceptan HoshoGaisha. Otra cosa es que de esos, acepten a "gaijins". Si eres blanco y no tienes perro, tienes más puntos por eso :P La gente de color o chinos lo tienen más crudo... Por cierto que a veces el de la inmobiliaria me venía con un piso que en principio era "no gaijins", y decía que iba a hablar con el dueño... "que es un chico muy majo, que habla perfecto japonés..." patatín, patatán, pero al final le dije al de la inmobiliaria que por favor que yo no quería ir a vivir al piso de un dueño racista. Yo "no gaijins-no"... Los dueños de los pisos que he estado han sido por lo general muy majos conmigo, y entenderás que no quiera meter a todo el mundo en el mismo saco... ^^;
Hola Cotaku,
EliminarYo no soy seguidor de nadie. Ni te he atacado. Ganas no me han faltado, sobre todo en tus primeros comentarios, pero me he contenido porque éste no es mi blog, ni el tuyo, y no es el lugar para ponernos a discutir tú y yo, ensuciar esta sección con broncas y molestar a otros lectores.
Estoy de acuerdo con Igor en mucho de lo que dice, y con algunas cosas no, pero no me parece oportuno saturarle el blog con puntualizaciones a cada cosa que no me gusta. Por supuesto, si encuentro algún dato equivocado, se lo corregiré en un comentario, y si creo que puedo aportar algo interesante, lo intentaré hacer. Tú debes hacerlo también. Todos los lectores deben hacerlo y todos lo agradeceremos. Debemos corregir, matizar y aportar, no escribir por escribir. Si alguien quiere contar su vida en detalle y extenderse, debe hacerlo en su propio blog. Que ponga un enlace aquí y los interesados irán y lo leerán. ¿No es así como se hace normalmente?
Bueno, bueno, haya paz!!
EliminarAquí no hay seguidores ni manías. Esta sección está abierta para debatir sobre lo que se dice en los artículos, y mientras se mantengan las formas, todo el mundo es bienvenido!!
Cotaku, no te niego que tengas razón en lo del visado. En mis tiempos era como lo he puesto. Como, por desgracia, hace bastante tiempo, por eso puse lo de "puede ser". No obstante, matices aparte, tanto en el tema si son 7 años o 10, o si existe cierto número de casas que se pueden alquilar sin garante (y por tanto aún más caras), creo que en el mensaje general, en las dificultades que se le pone a los extranjeros para quedarse, estamos todos de acuerdo, ¿no?
Pablo, Cotaku ha demostrado ser una persona con mucha educación, y su opinión es tan respetable como la de cualquiera, a pesar de que esté más enfrentada con la nuestra, pues por lo que parece ser, estamos bastante de acuerdo en las cosas, no? Como digo, esta sección está abierta para todos, siempre y cuando, eso sí, se trate sobre los artículos, y con mucha educación entre todos. A mí me falló en el artículo anterior.
Vi que habías escrito un par de posts bastante extensos que luego resumiste en un nuevo tras borrar los anteriores. Me parecieron muy interesantes, y te agradecería si los volvieras a poner en su formato original. Creo que los lectores los disfrutarán.
Un abrazo a los dos y que paséis un gran día en Japón.
Igor.
Igor, tienes toda la razón. Pido disculpas a Cotaku públicamente por mi falta de tolerancia hacia él, algo especialmente condenable cuando yo me esfuerzo tanto en criticar la falta de tolerancia de los japoneses hacia mí. Me pareció que sus comentarios estaban un poco faltos de razonamientos, pero eso es una percepción totalmente subjetiva que, incluso en el caso de que fuese cierta, no justificaría mi reacción. Espero que sigas participando en este blog, Cotaku. Las dudas que expresas suponen una aportación y son valiosas desde el momento en que vienen de una persona que vive en Japón y sabe de lo que se está hablando aquí. Hay lectores que nunca han estado en Japón, y está bien que lean también un contrapunto a lo que dice Igor.
EliminarCon respecto al comentario que colgué y eliminé después, parece que Igor lo leyó durante el rato que estuvo colgado y le pareció interesante, así que ante su petición lo pongo de nuevo. Es sólo un texto, pero colgado en dos partes porque parece haber un límite de caracteres para cada comentario.
Queridos Igor y Cotaku, tengo que deciros que, en mi modesta opinión, la batalla de cifras sobre el porcentaje de racistas en Japón es totalmente absurda. No tiene ningún sentido. La razón es que el concepto "racismo" es un concepto europeo difícil de exportar a Japón, por lo que no podemos hablar de "racismo" en base a los resultados de la famosa encuesta sobre la presencia de extranjeros en el país.
EliminarMe explico. En Europa, por razones históricas y culturales que es innecesario explicar, consideramos el "racismo" como una idea, defendida por algunas personas, de que cierta raza es superior a otra o a otras. Es una opción de pensamiento que algunas personas toman, se puede seguir esa línea de pensamiento o no, y actualmente la mayoría de las personas piensan que es una idea equivocada, que no es acorde con la realidad y que no es aceptable, mientras que para otros es una verdad incontestable. Esa superioridad es una idea discutible, se puede estar de acuerdo o no, nos puede parece una verdad o una mentira. Sin embargo, en Japón, la idea de que los japoneses son superiores a los demás humanos (o más que superiores, cualitativamente distintos y no comparables con ellos) no es considerada por los japoneses como una corriente de pensamiento que pueda seguirse o no, algo que pueda discutirse y con lo que se pueda estar de acuerdo o no. Es considerado una VERDAD UNIVERSAL, en el sentido filosófico del término, es decir, algo tan absolutamente obvio que ninguna persona puede ponerlo en duda ni en juicio salvo que se haya vuelto completamente loca. Ejemplos de otras verdades absolutas podrían ser que los árboles pertenecen al reino vegetal, que el planeta Tierra gira alrededor del sol o que los océanos están llenos de agua. Al intentar hablar de racismo con japoneses te das cuenta de que no comprenden el concepto, que les es ajeno, lo que les chirría es oír hablar de igualdad entre ellos y otros.
Ya sé, muchos que lean esto estarán pensando que estoy loco o que odio a los japoneses. Ni una cosa ni otra. Simplemente los conozco tan bien que he llegado a darme cuenta de que tienen formas de pensamiento tan diferentes a la tradición y la cultura europea que no podemos imaginar que existan, que se escapan a los esquemas mentales que los occidentales tenemos y que están basados en cierto eurocentrismo con ideas como que todo el mundo debe rechazar el racismo o desear la democracia. Hay que salir de esos esquemas para llegar a comprender lo que piensa esta gente.
Volviendo a la encuesta, y para terminar, estamos en que aproximadamente un 80% por ciento de los japoneses dijo que preferiría que no hubiera extranjeros en Japón. Primero, lo que salga de la boca de un japonés y lo que tenga en la cabeza no suelen coincidir casi nunca, por lo que las encuestas son menos fiables que en otros países. No digo que sean mentirosos o falsos, sino que la sinceridad como virtud es otra idea eurocentrista que aquí no se tiene. Llamarles mentirosos aunque falten a la verdad continuamente sería tan erróneo como llamarles racistas, por las razones de diferencia cultural ya expuestas (decir mentiras en aras de la armonía es algo positivo y deseable aquí). En fin, ese resultado no significa que el 80% sean racistas y nos odien y un 20% sean gente amable con los extranjeros y les guste hablar con nosotros. Suponiendo que ese 20% fuera sincero, solo podemos concluir que ese 20% nos tolera, o que no le molestamos demasiado, o que cree que es necesario permitir la entrada de extranjeros por cuestiones económicas, industriales o de política internacional, o que está bien que haya algunos porque damos color a la ciudad y animamos las fiestas, o que realmente les caemos bien... ¡quién sabe! Lo que quiero decir es que reducir los resultados a racistas y no racistas es una simplificación basada en un concepto que en la cultura y la forma de pensar de estas personas no existe, y por tanto es una intromisión intelectual que conduce a conclusiones no fiables, obtenidas a través de un prisma mental distinto al de las personas que plantearon la encuesta y los que la contestaron. En Japón no hay racistas y no racistas. Hay una idea general de que son distintos al resto de las nacionalidades (incluso a nivel fisiológico), y de que es mejor que se mantengan puros y separados de los extranjeros, y hay gente que lleva esta idea a diferentes niveles: desde los que gritan por las calles que hay que expulsar a todos los extranjeros hasta los que se acercan a hablar contigo y a interesarse por tu país, o los que se casan con un extranjero. Pero estos últimos también piensan que son distintos a ti y que tú eres inferior de alguna manera, aunque cueste muchos años de contacto llegar a darse cuenta de esto.
EliminarPablo, muchas gracias por tu respuesta y por tu aporte. Me parece brillante. Un abrazo!!
EliminarDisculpen. Escribí un texto muy largo (tanto que tuve que partirlo en dos), reflexionando sobre lo absurda que es la batalla de números sobre el porcentaje de racistas al ser éste un concepto que no podemos aplicar a los japoneses porque no existe en su cultura. La superioridad japonesa es para ellos lo que en filosofía se llama una verdad universal, no una corriente de pensamiento, algo que pueda discutirse y aceptarse o no, como el racismo es para nosotros. Como el texto era tan largo, me ha parecido inapropiado introducirlo en un blog que no es mío, y por eso lo he eliminado para sustituirlo por este otro más conciso.
ResponderEliminarMe están dando ganas a mí de hacer un blog dedicado a este tema.
Eeeehhh...pues a Bourne y a mi nos ponía mucho Franka Potente antes de esto. Enhorabuena por el post.
ResponderEliminarJajajajaja, la broma de Franka Potente, como te puedes imaginar, era básicamente para ti. Me alegro de que te haya gustado!! ;)
EliminarProfundizando sobre el tema y con la confianza de ofrecer una visión extra, incluyo un enlace desde la perspectiva gaijin en una carcel nipona:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=3CV3Vj3CskM
Gracias, Fernando. De hecho, ese vídeo, un documental francés sobre cárceles, iba incluido en el tercer artículo, donde trataremos sobre ello.
EliminarUn abrazo y gracias por destriparme el contenido!! :D :D
Yo a los que no puedo soportar son a estos... Hace 10 minutos en Azabujuban:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=6hxmNftda2Y
El volumen estaba tan alto que parecía que estaban dentro de casa. Se ha liado un pollo y han empezado a gritar cuando la policía ha venido (y algún vecino japonés). Pero al final la policía los ha controlado pacíficamente, han acabado bajando el volumen y se han ido a seguir la ronda...
Estaba tan alto que no se entendía ni lo que decían, pero creo que era "Takeshima kaese", "devolvednos Takeshima". Que se vayan allá a nado si quieren protestar y que nos dejen aquí tranquilos...
Totalmente de acuerdo, Cotaku. Son unos pesados. En la tercera parte añado un enlace de vídeo que seguro que te va a gustar cuando lo veas... ;)
Eliminar¡Muy bueno!
ResponderEliminarGracias!! ;)
EliminarGracias en primer lugar por el post: se lo he pasado a un compañero holandés que vivió allí cinco años (de alguna forma lo echa de menos, aunque te reconoce las cosas que cuentas)...
ResponderEliminarA ver... Los primeros que tenemos prejuicios somos nosotros mismos... "Oriente místico" y toda la mandanga... Uno dice "Yoga" y piensa en meditación y poner la mente en blanco... Uno dice "Siesta" y piensa en gente haciendo el zángano (ejercicio que hago por los Países Bajos)...
Tenemos prejuicios hacia aquello que no entendemos completamente: ¿Cuántas personas han vivido en Japón que no sean japonesas? Poquitas y, efectivamente, los hay más cultivados para entender según qué cosas que otros (también hay niveles de credulidad con respecto a las respuestas que te dan para no sentarse contigo en el tren, por poner otro ejemplo).
Japón mola y llama la atención por su exotismo... A mí me fascinan los anuncios de "Incredible India" que uno ve en la CNN... Tanto misticismo, tanto color... Al final, después de haber tratado con los lugareños y con el conocimiento de varias personas que han trabajado por allí, te hablan de "Marrón, pegajoso y Pachuli" para describirte lo que ven...
Lo mismo sucede con China (hasta que uno va por allí y empieza a flipar): he dicho varias veces que dos pueblos muy similares son el japonés y el inglés (el carácter insular debe introducir algo en las venas muy chungo).
Está bien matizar las cosas, pero, como sabes, no sólo tu, sino S.S. siempre me habéis comentado lo de la gran mentira de Japón (y ya conoces las circunstancias de S.S.) y los blogueros que están por allí contando cómo les va la vida (no creo que todos mientan: creo que más bien que simplemente no comprenden lo que sucede a su alrededor o que simplemente sus circunstancias allí son mejores a las circunstancias que dejaron tras de sí al ir para allá).
Ejemplo ejemplar (esto lo habrás escuchado mil veces): "Los holandeses son muy tolerantes: cada uno hace lo que quiere y la gente te respeta"... No es lo mismo que "Los holandeses son indiferentes: aquí haces lo que quieres dentro de las normas y a la gente no le importas nada"...
Depende de tu riqueza cultural, de tu intuición y de tu inteligencia ver lo que sucede a tu alrededor: muchas personas no ven el bosque contemplando las ramas de los árboles (lo de borrar comentarios y demás también huele a no querer saber: "la ignorancia es felicidad", que decía Kant)...
Estoy esperando como agua de Mayo el siguiente artículo (me está encantando la serie y el contenido: mil gracias por el enorme curro que has puesto en ella :-)).
Hola Jota.
EliminarLo de tu amigo holandés es perfectamente comprensible. Pese a lo que pueda parecer leyendo esto, yo también lo echo de menos, aunque ambos hechos no sean incompatibles. Añoro mi vida y mis experiencias por allí, pero eso no quita ellos prefirieran que no anduviera mancillando su suelo sagrado... ;)
Yo tampoco creo que todos los blogueros que alaban las infinitas virtudes de Japón mientan. Como digo están los que, directamente no se dan cuenta de las cosas o no lo conocen (no nos olvidemos que muchos blogs están escritos por gente que ha pasado allí dos semanas de vacaciones), los que se dejan llevar más por su éxito y el de su blog que por la veracidad de la información, y los que, activamente, cuentan otras cosas distintas que las que ven. Pero estos últimos son los menos.
Que sí, que la peña se flipa mucho... Que para que se flipen menos, se escriben estas cosas... que no deberíamos ir con ideas tan preconcebidas... que todo lo que quieras. Y que son unos racistas de la leche y te van colgando cartelitos de que no puedes entrar en los locales por no ser japonés, leñe!!
Y te digo por enésima vez: es cierto, hay muchas similitudes entre ingleses y japoneses, pero también hay muchas -y sustanciales- diferencias. No son comparables en la mayoría de las cosas de las que se habla en estos artículos.
En fin, que como siempre, gracias por seguirnos y por comentar... En muy breve, la tercera parte...!!
Un abrazo, figura!
Igor
Acerca del tema de los "half", http://hafufilm.com/en
ResponderEliminarHola, Cotaku! Gracias por tu aporte. He visto el vídeo, pero me tiene un poco confuso. Parece que al principio van a denunciar su situación, pero luego da la sensación de que están todos de muy buen rollito...!!
EliminarEn 2002 mi hermano y yo conseguimos que nos extendieran el visado de turista. Eso sí, nos llamaron antes de dejarnos entrar a una oficina especial y nos registraron como si fuésemos delincuentes. Parecía una escena de "Harry el Sucio", con el agente chulo incluido. Yo con mis 22 añitos estaba acojonado. Recuerdo que antes de dejarnos entrar nos insistieron "¿La última vez? ¿La última vez?". Cualquiera decía que pensaba quedarse.
ResponderEliminarA lo mejor mi hermano y yo somos 2 de esos 4.
Luego ya conseguimos un visado de estudiante en una academia de japonés pero las trabas y zancadillas, tanto legales como socioculturales, hicieron que después de una década "ganbareando" allí tuviésemos que volver.
Yo podría escribir un libro con la cantidad de injusticias y brutalidades que vi y viví allí (volví con ansiedad, ataques de pánico e hiperventilación). Actualmente no hablo mucho de ello porque casi nadie lo puede entender, cuando no directamente te lo niegan o te llaman "racista" a ti, lo que incrementa el dolor y abre más las heridas. La verdad es que España está llena de gente con síndrome de Estocolmo hacia los orientales, sumado a una especie de endofobia que en cierto modo comprendo. Eso hace que a los ojos de la mayoría, el problema siempre sea "el español", que es "racista" o "no entiende bien el país", etc. Irónicamente eso es racismo, porque juzgas a la persona como español, no como ser humano. Y eso lo hacen tanto japoneses como españoles.
Yo aprendí su idioma, estudié con ellos, me integré todo lo que pude, y lo hice con un respeto que rozaba la sumisión. Sin embargo tanto para una mayoría de japoneses y españoles el culpable de no haberme podido quedar allí después de tantos años luchando fui yo, que "no hice lo suficiente". Y como nadie te define claramente qué es "lo suficiente", pues siempre pueden usarlo como comodín para culparte. De los japoneses, conociendo ya como son, lo veo comprensible, pero lo que me duele especialmente es que el mismo desprecio lo recibo de mis paisanos.
Sigo por falta de espacio:
ResponderEliminarA día de hoy pienso que esa gente está psicopatizada. No sé si se habrá hecho un estudio serio sobre psicopatía y narcisismo en Japón, que se vería como políticamente incorrecto o "racista", pero dada mi experiencia allí, yo diría que las cifras de psicópatas y narcisistas (lo que en psicología se conoce como cluster B) allí tiene que estar por las nubes, mucho peor que en otros sitios. Y es algo que viene de antiguo.
Por cierto, en la primera parte de la historia falta un aspecto muy importante: la brutal y despiadada destrucción de la etnia Ainu. Hace poco leí este libro: https://www.amazon.es/Conquest-Ainu-Lands-Expansion-1590-1800/dp/0520248341 Los rasgos psicopáticos son claramente visibles ahí. Es una parte de la historia muy poco conocida y a menudo ocultada que recomiento revisar a todo el que quiera conocer la realidad de ese país. Del mismo autor leí otro libro, este: https://www.amazon.es/Toxic-Archipelago-Industrial-Weyerhaeuser-Environmental/dp/B01K17TPJ8/ref=asap_bc?ie=UTF8 Otro tratado durísimo sobre la crueldad de los japoneses, en este caso incluso hacia su propia gente. Menos mal que no lo leí viviendo allí porque me hubiera dado ansiedad. De hecho, de allí me traje problemas crónicos de salud, como por ejemplo una alergia respiratoria, cuando nunca antes había tenido esos problemas en mi vida. Es el precio que han pagado con una industrialización tan brusca, mucha contaminación.
Es que todo esto del lado oscuro de Japón es como una caja de Pandora, una vez que uno la abre salen cosas y cosas...
A día de hoy no es que esté bien en España, nunca me gustó este país, pero me alegro de haber salido de aquel sitio no apto para personas sensibles, y yo soy muy sensible.
Menos mal que hay blogs como este y Tuertos en el País de los Ciegos, que son honestos y no condescendientes, como por desgracia la mayoría de lo que se escribe de Japón en otros blogs o Vlogs de habla hispana, que no los puedo ni ver porque insultan mi inteligencia.
Hoy puedo decir que fui a Japón y "sobreviví", porque realmente vivir allí es "supervivencia", uno viene con estrés post-traumático del continuado acoso moral y maltrato psicológico. Por lo menos blogs como este sirven de terapia.